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05 Jun 2022
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Los mejores en castellano, seleccionados, comentados y recitados por el editor y director de Archiletras.

Periodista, filólogo, escritor y editor. Fundé Archiletras en 2018 tras darle vueltas al proyecto durante 35 años.

Evocación, de Pilar de Valderrama

Aquel café de barrio, destartalado y frío,
testigo silencioso de nuestras confidencias,
extremo de rigores, conjunto de inclemencias,
que sólo caldeaban tu corazón y el mío.

Viejo café de barrio, adonde yo acudía,
donde tú me esperabas con el alma impaciente,
y cada vez, al verme, coronaba tu frente
con un halo de luz la fugaz alegría.

Con nostálgico afán en vano te he buscado
queriendo en tus vestigios revivir un pasado
que inexorablemente para mí se ha perdido.

Nadie de ti sabía, todo estaba cambiado:
tus muros, tu recinto, la sombra de Machado
como un girón de niebla han desaparecido.

Aunque la madrileña Pilar de Valderrama (1889-1979) nunca fue ni será una figura de primer nivel de nuestra historia literaria, bien merece la pena que nos ocupemos de ella en este espacio. Por varias razones, entre ellas esta dos: por el indudable interés que tienen sus propias creaciones y por la valiosa obra literaria que inspiró y generó en uno de nuestros más grandes poetas de siempre: Antonio Machado. La madrileña fue -lo reveló ella misma muchos años después, en 1981, en el libro póstumo Sí, soy Guiomar. Memorias de mi vida– la durante décadas enigmática Guiomar del sevillano. Algunas de sus Canciones a Guiomar están entre lo más valioso de sus últimos años: «No sabía / si era un limón amarillo / lo que tu mano tenía, / o el hilo de un claro día, / Guiomar, en dorado ovillo». «Tu poeta / piensa en ti. La lejanía / es de limón y violeta, / verde el campo todavía. / Conmigo vienes Guiomar; / nos sorbe la serranía».

Miembro de la alta burguesía madrileña, Pilar de Valderrama anduvo cerca del grupo de Las Sinsombrero, del que ya hemos hablado aquí comentando obra y vida de Concha Méndez, de Ernestina de Champourcín, de Josefina de la Torre… Coincidió con algunas de ellas en el exclusivo Lyceum Club, una asociación de mujeres en la que se reunían muchas de las más destacadas de la cultura del primer tercio del siglo pasado, varias de ellas injustamente opacadas porque tenían cerca algún ilustre varón: Zenobia de Camprubí, esposa de Juan Ramón Jiménez; María de Maeztu, hermana de Ramiro; Mabel Rick, mujer de Ramón Pérez de Ayala; María de la O Lejárraga, esposa de Gregorio Martínez Sierra.

Pilar de Valderrama y Antonio Machado se conocieron en Segovia, bien avanzados los años 20 del siglo pasado. Él le llevaba a ella 14 años de edad, y era viudo de su gran amor de vida y de poética, la soriana Leonor. Ella estaba casada, tenía tres hijos, y languidecía con su marido en una desencantada relación.

Los machadianos, los machadistas y los machadiólogos están divididos. Unos piensan que Pilar / Guiomar fue la gran musa del Machado veterano y triste de los años finales, el principal motor creativo del Machado crepuscular; incluso algunos de ellos ven en Guiomar una singular mezcla de Leonor y de Juan de Mairena, de persona real y de heterónimo espejo contra/frente al que se espolea la creatividad. Otros, por contra, ven en Pilar / Guiomar a una arribista, a una poeta del montón que aprovechó su relación (no se sabe si solo platónica o también íntima) para hacerse un hueco, aunque fuera a pie de página, en la historia de la literatura.

Se escribían mucho, entre 1928 y 1939, y se veían lo que podían y clandestinos. Se escribieron centenares de cartas, algunos expertos calculan que dos a la semana en cada dirección durante años. De las de él, 36 las incluyó ella en el Sí, soy Guiomar. El resto se ha perdido.

Se veían en secreto en los Jardines de la Moncloa, en una fuente que hoy forma parte de la sede de Presidencia Gobierno y lleva el nombre de ella («En un jardín te he soñado, / alto, Guiomar sobre el río, / jardín de un tiempo cerrado / con verjas de hierro frío» ) y en un café de Cuatro Caminos, entonces un barrio periférico de Madrid. Es el café del que habla el soneto en versos alejandrinos de Pilar de Valderrama que hoy os traigo, el café donde años después ella busca los recuerdos de su amado y descubre que todo ha desaparecido, «como un girón de niebla».

Yo lo digo y lo siento así: