PATROCINADORES
INSTITUCIONES
Junta castilla
jcm

Archiletras

28 Mar 2021
Compartir

Los mejores en castellano, seleccionados, comentados y recitados por el editor y director de Archiletras.

Arsenio Escolar

Periodista, filólogo, escritor y editor. Fundé Archiletras en 2018 tras darle vueltas al proyecto durante 35 años.

Canción del pirata, de Espronceda

Con diez cañones por banda,
viento en popa a toda vela,
no corta el mar, sino vuela
un velero bergantín;

bajel pirata que llaman,
por su bravura, el Temido,
en todo mar conocido
del uno al otro confín.

La luna en el mar riela,
en la lona gime el viento
y alza en blando movimiento
olas de plata y azul;

y va el capitán pirata,
cantando alegre en la popa,
Asia a un lado, al otro Europa,
y allá a su frente Estambul.

«Navega velero mío,
sin temor,
que ni enemigo navío,
ni tormenta, ni bonanza,
tu rumbo a torcer alcanza,
ni a sujetar tu valor.

Veinte presas
hemos hecho
a despecho,
del inglés,

y han rendido
sus pendones
cien naciones
a mis pies.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria la mar.

Allá muevan feroz guerra
ciegos reyes
por un palmo más de tierra,
que yo tengo aquí por mío
cuanto abarca el mar bravío,
a quien nadie impuso leyes.

Y no hay playa,

sea cualquiera,
ni bandera
de esplendor,

que no sienta
mi derecho
y dé pecho
a mi valor.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria la mar.

A la voz de ¡barco viene!
es de ver
cómo vira y se previene
a todo trapo a escapar:
que yo soy el rey del mar,
y mi furia es de temer.

En las presas
yo divido
lo cogido
por igual:

sólo quiero
por riqueza
la belleza
sin rival.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria la mar.

¡Sentenciado estoy a muerte!;
yo me río;
no me abandone la suerte,
y al mismo que me condena,
colgaré de alguna antena
quizá en su propio navío.

Y si caigo
¿qué es la vida?
Por perdida
ya la di,

cuando el yugo
de un esclavo
como un bravo
sacudí.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria la mar.

Son mi música mejor
aquilones,
el estrépito y temblor
de los cables sacudidos,
del negro mar los bramidos
y el rugir de mis cañones.

Y del trueno
al son violento,
y del viento
al rebramar,

yo me duermo
sosegado
arrullado
por el mar.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria la mar».

 

Siempre procuro mostraros joyas en este blog sobre poesía. Hoy os traigo una de las más valiosas de la lírica en español de todos los tiempos, y de las más leídas, antologizadas y conocidas. Esta Canción del pirata, del extremeño (de Almendralejo) José de Espronceda (1808-1842), es una de las cumbres poéticas universales dedicadas a la libertad, a la rebeldía, al vivir completamente al margen de las convenciones sociales y de los bienes materiales. Es un milagro incomprensible -y maravilloso- que muchas generaciones de niños la leyéramos, memorizáramos y recitáramos en las oscuras escuelas del franquismo.

Espronceda no solo fue un poeta y escritor excelso, el mejor exponente del romanticismo español. Fue también un periodista tenaz, militante de la libertad y de la crítica al poder, y un activísimo político liberal y revolucionario en la agitada España de la primera mitad del siglo XIX. En la poesía se inició muy joven, bajo el influjo de los neoclásicos e ilustrados Juan Meléndez Valdés y Alberto Lista, y maduró ya en el romanticismo bajo los de Lord Byron o del mítico Ossian. En política entró con 15 años, militando en la sociedad secreta Los Numantinos, de la que con 17 ya era el presidente. Una delación de un topo infiltrado por la policía del rey absolutista Fernando VII, contra el que conspiraban, le valió a tan temprana edad una primera condena de exilio fuera de Madrid por cinco años. Cumplió solo tres meses, en un monasterio de Guadalajara. En Cuéllar (Segovia) y en Badajoz fue también confinado a la fuerza más tarde, por sus actividades políticas. Vivió exiliado largas temporadas en Lisboa, Londres y París -donde participó en las barricadas de julio de 1830-. Llegó a ser diputado por Almería, lo era cuando murió por una difteria, muy joven, con solo 34 años.

En la capital portuguesa conoció a la que había de ser la mujer de su vida, Teresa Mancha, hija de un coronel liberal también exiliado. Con ella, que se casó con otro, tuvo el poeta amores y desamores intensos y polémicos, y una hija. A ella, cuando murió, ya separados y alejados desde tiempo atrás, le escribió uno de los más bellos poemas de amor y una de las mejores elegías en nuestra lengua: el Canto a Teresa. Es una larga composición en octavas reales. He aquí una muy significativa: «¿Quién pensara jamás, Teresa mía, / que fuera eterno manantial de llanto / tanto inocente amor, tanta alegría, / tantas delicias y delirio tanto? / ¿Quién pensara jamás llegase un día / en que, perdido el celestial encanto / y caída la venda de los ojos, / cuanto diera placer causara enojos?». El Canto acaba en dos versos muy conocidos: «Truéquese en risa mi dolor profundo… / Que haya un cadáver más ¿qué importa al mundo?».

Además de sus obras mayores –El estudiante de Salamanca o El diablo mundo, en el que se incluye el Canto a Teresa-, Espronceda escribió muchos poemas más cortos -esta Canción del pirata, la Canción del cosaco, A Jarifa en una orgía, El verdugo, El mendigo, El reo de muerte… que se inspiran en lo que hoy llamaríamos antihéroes, en personajes marginados o excluidos de la sociedad. Muchos expertos han visto tratados ahí los temas sociales, toda «una requisitoria social», por primera vez en la larga historia de lírica en español.

Técnicamente, la Canción del pirata es un prodigio. Rimas que fluyen casi solas, muchas de ellas en agudo para darle intensidad; ritmo vivísimo, apoyado en esos súbitos cambios métricos, del octosílabo al infrecuente tetrasílabo (de 4 sílabas); y un estribillo repetido cinco veces que encierra la esencia del poema: «Que es mi barco mi tesoro…»

Yo siento y digo así esta bella canción, este potente poema: