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15 May 2022
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Los mejores en castellano, seleccionados, comentados y recitados por el editor y director de Archiletras.

Arsenio Escolar

Periodista, filólogo, escritor y editor. Fundé Archiletras en 2018 tras darle vueltas al proyecto durante 35 años.

A las cumbres del Guadarrama, de García Tassara

Cumbres de Guadarrama y de Fuenfría:
columnas de la tierra castellana,
que, por las nieves y los hielos, cana,
la frente alzáis con altivez sombría.

Campos desnudos como el alma mía,
que ni la flor ni el árbol engalana:
ceñudos al nacer de la mañana,
ceñudos al morir del breve día.

Al fin os vuelvo a ver, tras larga era;
os vuelvo a ver con el latido interno
del patrio amor que vivo persevera.

Para mí y para vos llegó el invierno.
Para vos tornará la primavera,
mas mi invierno ¡ay de mí! será ya eterno.

Poeta, periodista y político, el sevillano Gabriel García Tassara (1817-1875) no fue un primera fila de las letras de su tiempo, el del romanticismo, pero sí un autor  interesante, hoy injustamente olvidado. En este blog hablamos de él, de pasada, cuando os comenté de la hispanocubana Gertrudis Gómez de Avellaneda. Con ella tuvo una hija a la que el sevillano nunca reconoció ni quiso conocer y que murió a los pocos meses de edad.

García Tassara era de familia rica e influyente, tuvo una esmerada educación en filosofía, humanidades y leyes en su ciudad natal, y despegó del todo en su carrera como escritor y como político en Madrid. Esto último lo hizo con el apoyo sobre todo de dos importantes intelectuales y políticos de aquellos años centrales del siglo XIX: el muy conservador -hoy diríamos ultraderechista- Juan Donoso Cortés y el liberal -hoy diríamos centrista- Nicomedes Pastor Díaz. Este último, lucense de Viveiro, figura relevante del Romanticismo y del Rexurdimento gallego y ministro de Estado en un Gobierno de O’Donnell, nombró a García Tassara embajador español en Estados Unidos. Antes el sevillano había sido diputado, y después fue embajador en Reino Unido, entre otros cargos públicos. Conservador él mismo, las revoluciones de la segunda mitad del siglo y la llegada de la Primera República le apartaron de la vida pública madrileña. Ávila fue entonces -y la sierra del Guadarrama de camino- su lugar de refugio vital.

Como poeta, García Tassara tiene reminiscencias del clasicismo, a veces suena como un Fernando de Herrera modernizado. Algunos críticos han visto en él a «un Espronceda de derechas». Recopiló sus versos, dispersos en variadas publicaciones de prensa e inéditos, en un libro publicado al final de su vida que contó con un prólogo del prestigioso novelista realista y cordobés Juan Varela, que dice del sevillano que es «harto menos estimado, comprendido y aplaudido de lo que merece».

La religión, la moralidad, la reflexión filosófica y social son algunos de sus principales motivos poéticos. Y también, como en este espléndido soneto que hoy os traigo, la naturaleza y el paso del tiempo, un asunto recurrente en la poesía en cualquier idioma. Aun tan manido y frecuentado -el asunto y la sierra del Guadarrama, que tendría para una excelente antología de variados autores-, García Tassara lo resuelve de manera brillante, especialmente en el terceto final.

Yo digo y siento así este bello poema: