Indulto para coaligarse
Alberto Gómez FontSi no hay un verbo aligarse, ni tampoco un prefijo coa-, bien difícil resulta formar un verbo como coaligarse.
Si no hay un verbo aligarse, ni tampoco un prefijo coa-, bien difícil resulta formar un verbo como coaligarse.
¿Qué climatología está haciendo esta semana en Bogotá? ¡Abrígate, que hoy la climatología está muy fría!
«Es palabra aguda y, por tanto, no se acentúa». Eso es lo que decía el Manual de Estilo de la Agencia Efe en 1980, y lo que siguió diciendo –sin cambiar ni una coma—hasta el 2001; después ocurrió lo de siempre: los lexicógrafos y los académicos, ante la presión popular, decidieron incluir en el Diccionario la forma grave cénit.
En los manuales de uso del español, en los libros y manuales de estilo y en las gramáticas se aconseja —desde hace ya bastante tiempo— la generalización del femenino en los nombres de cargos, oficios y profesiones desempeñados por mujeres.
Tardamos años en ponernos de acuerdo sobre cómo debía escribirse esa palabra: con k (bikini) o con q (biquini).
Con el nacimiento, en el 2005, de Leonor, la primera hija de los actuales reyes de España —entonces aún eran príncipes—, surgió una duda al usar la palabra bebé: ¿podíamos decir que la recién nacida era «una bebé preciosa», o que «la bebé nació sin complicaciones»…?
La regañina contra el uso de la voz autodefensa la pusimos en 1985 en el Manual de español urgente y allí permaneció mientras yo trabajé en ese negociado de la Agencia Efe y participé en la redacción del manual, cuya última edición conmigo de coautor fue la del 2008.
El uso que los hablantes le damos a una palabra o a una expresión tarda bastante en llegar a los diccionarios, y también pasa algún tiempo desde que ese nuevo uso se recoge en el diccionario académico hasta que se ve reflejado en los diccionarios de dudas y en los manuales de estilo.
Los terminados en –ante y –ente producen cierta inseguridad a los hablantes a la hora de decidir si se trata de palabras masculinas o femeninas.
Cuando comenzamos a trabajar en el Departamento del Español Urgente de la Agencia Efe, a finales de 1980, manejábamos ya la 2.ª edición del Manual de estilo, de ese mismo año.
Argot no entró en el Diccionario de la lengua española (conocido como «usual» o DRAE) hasta 1984.
¿Cómo expresaban los hispanohablantes cultos esa idea antes de 1992, sobre todo aquellos que presumen de ser respetuosos con lo que dice —en este caso lo que no dice— el Diccionario.
En el siglo XXI muy pocos hablantes de español establecen una relación entre los adjetivos álgido y gélido.
¡Cuidado! ¡Estamos ante un engañoso falso amigo! O al menos así fue durante años, hasta que los hablantes decidimos cambiar las cosas.
Debió de haber épocas ya pasadas en las que la gente se agredía muy ocasionalmente.
Los terminados en –ante y –ente producen cierta inseguridad a los hablantes a la hora de decidir si se trata de palabras masculinas o femeninas.
¿A qué América se refiere la edición del 2001 del Diccionario: a los Estados Unidos o al continente?
¡Que no! ¡Que te dije que no! ¡Que eso no es escribe así! Cuando se trata de una pregunta tienes que escribirlo siempre junto: «¿Adónde te crees que vas?»
Si a algún desavisado se le ocurría pronunciar «adecúo» y se atrevía además a escribirlo así, con esa tilde, el deber de los correctores era regañarlo y ponerle la cara roja de vergüenza.
Tenían razón los manuales de estilo en los que se decía que no era adecuado utilizar la palabra acreditación y que en su lugar debía optarse por credencial. Y tuvieron razón durante muchos años, pues hasta el 2001 no aterrizó la acreditación en el diccionario «oficial»
En español culto y bienhablado acceder solo significaba dos cosas: ‘Consentir en lo que otro solicita o quiere’ y ‘Ceder uno en su parecer, conviniendo con un dictamen o una idea de otro, o asociándose a un acuerdo’; es decir, en esos tiempos era harto difícil imaginarse a una persona —o un grupo de ellas— accediendo a una sala de cine, a no ser que antes se hubieran puesto de acuerdo con él…
En aquel momento la única definición del adjetivo abrupto era ‘escarpado, que tiene gran pendiente’, y el ejemplo de uso era «Montaña, roca abrupta». Es decir, se trataba de un calificativo usado por alpinistas, aficionados al motocross y topógrafos —entre otros—.
Estuvo (y para muchos hablantes aún lo está) castigado, arrinconado, condenado a pertenecer a un grupo de verbos con el estigma de «defectivos», esos que según la norma del español correcto solo pueden conjugarse en algunas formas y no en todas, es decir, no tienen una conjugación completa.