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Cristian Olivé

23 Ene 2023
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Firmas

La explosión de las abreviaturas entre los jóvenes

La letra «ñ» encuentra su origen en la abreviatura medieval del dígrafo «nn». Nada está inventado. Simplemente evoluciona o cambia de forma. De sobra son conocidas las habituales abreviaturas pq/xq (para referirse a porque), x (para la preposición por) o q (para la conjunción que), que surgieron en los inicios de la mensajería corta (SMS) a través de teléfonos móviles con la voluntad de sortear la limitación de caracteres y el coste de envío de mensajes. En los últimos meses, el lenguaje escrito ha experimentado la aparición de nuevas fórmulas abreviadas.

No es osado pensar que los jóvenes de hoy en día (o los de cualquier época al fin y al cabo) ansían distanciarse de los jóvenes de las generaciones que les preceden. Por ello, del mismo modo que ocurre con la indumentaria, la música que escuchan o los hábitos del día a día, la forma de comunicarse, por escrito en este caso, también define un código propio que va más allá del ahorro de las grafías; es una segunda piel que les conecta con su entorno para saberse dentro de un grupo de pertenencia.

A las habituales tele (televisión), mates (matemáticas) o insti (instituto), se suman nuevos acortamientos que lit están copando las conversaciones juveniles escritas. Por cierto, lit significa literalmente y se ha popularizado sobremanera tanto en las redes sociales como en las conversaciones privadas entre jóvenes. El lenguaje digital también ha experimentado este mismo fenómeno. Un adolescente, por ejemplo, podría expresar que no le llegan notis para referirse a las notificaciones de una aplicación; que le va a mandar soli a alguien para que le acepte la solicitud y así poder seguirle en una red social; o podría decir cap para hablar de las capturas de pantalla. También emplean combinaciones sorprendentes de siglas con abreviaturas, como por ejemplo mg para decir me gusta, verbo más que popular a raíz de las publicaciones de las redes sociales, hb (happy birthday) para felicitar el cumpleaños con la forma inglesa o ntp (no te preocupes) para calmar a un amigo. Dan una vuelta de tuerca con la simplificación de mlg para decir me alegro o de qpsa para preguntar qué pasa. En ambos casos hay siglas, pero también abreviaturas.

La verdadera revolución se halla en la explosión del uso de abreviaturas entre los más jóvenes. Pareciera que de pronto la escritura hubiera pasado por una criba y las grafías se hubiesen separado de la harina. El grupo es que, sin ir más lejos, se ha acabado reduciendo a la fórmula esq o incluso sq. Abreviar es, al fin y al cabo, economizar el lenguaje en contextos más informales. El conflicto surge cuando un adolescente que está acostumbrado a escribir esq/sq en entornos amistosos, de repente, escribe esque (junto y sin abreviar) en un trabajo académico creyendo que se trata de la forma correcta. Algo similar sucede con la respuesta negativa no sé, que suelen simplificarla como ns y que confunden con nose en una redacción de tono más formal.

La coletilla ¿verdad?, tan empleada en conversaciones coloquiales a través de WhatsApp, se ha visto reducida a vd o vdd. La conjunción pues mantiene solo las consonantes y por ello escriben únicamente ps. El pronombre relativo quien solo mantiene dos grafías: qn. El adverbio interrogativo cómo se reduce a cm Ocurre igual con vale, que con un simple vl o vle basta para mostrar conformidad con el interlocutor. La muletilla bueno se resume a bno. Cuando están de acuerdo con lo que se ha dicho, escriben x2 o x3, cuya lectura es por dos y por tres, y que se emplea para expresar que opinan lo mismo que se ha dicho pero sin tener que repetir las mismas palabras. Si algo está bien también optan por un escueto bn. El summum de la simplificación es nv para aludir a la novia o al novio en cuestión.

Las abreviaturas, además, sirven para ligar. Instagram cuenta con su propio juego de flirteo entre jóvenes. Cuando un adolescente publica en una historia efímera una encuesta con las abreviaturas op o cf (también usan opn y cnf), pretende llamar la atención de quienes le siguen. Primero, cuelgan una historia con la siguiente encuesta: op/cnf. Al recibir los resultados, comprueban la gente que les ha votado. Si alguien ha escogido op, entonces le escriben un mensaje privado opinando sobre esa persona. Por ejemplo, «me caes bien» o «me gusta cómo vistes». En cambio, si han optado por cf (o cnf), les envían un mensaje privado con una confesión. Por ejemplo, «me gustas» o «me llevaría», que significa algo así como que podrían ser amigos o incluso algo más. En caso de que no hayan hablado jamás con ese seguidor que les ha votado en la encuesta, le responden con un escueto y contundente ntc, que quiere decir «no te conozco». Se trata, en definitiva, del juego de moda adolescente con el que se pueden pasar horas. Aunque lo perciban de forma divertida e inocente, puede convertirse en una fuente de conflictos por el riesgo de recibir opiniones desagradables o por el poder de difundir secretos de los demás.

Quise preguntarles a algunos adolescentes el porqué de este uso tan desmedido de las abreviaturas. No hubo una respuesta teórica clara al respecto, pero sí una reflexión bastante contundente: Para escribir como alguien de nuestra edad tienes que eliminar las vocales. Con esta conclusión se entienden usos tan repetidos como sbs para expresar sabes, hblr para aludir a la acción de hablar, cn para indicar la preposición con o hbr en vez de haber. Demos gracias a que no siempre usan hbr para la secuencia a ver. También es frecuente encontrar las formas verbales de puedo y quiero escritas con poco rastro de las vocales: pdo y qro

Lo más curioso es que, de entre todas las fórmulas abreviadas que emplean los adolescentes de hoy en día, muchas ya se usaban hace décadas. Dejaron de utilizarse y de repente han vuelto. ¿Qué ha motivado este retorno? Recapitulemos, pues. ¿Sois capaces de entender el siguiente mensaje? vle ps la vd ns qn es tu nv ¡Eso es! Significa vale, pues, la verdad, no sé quién es tu novio. Muchas consonantes y pocas vocales, en definitiva. Otro día, ya si eso, hablamos de la extinción de los signos de puntuación.

 

Este artículo de Cristian Olivé es uno de los contenidos del número 16 de la publicación trimestral impresa Archiletras / Revista de Lengua y Letras.
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