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Rafael del Moral

16 Ene 2023
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¿Es razonable considerar lengua cooficial al asturiano?

No solían los gobiernos, hasta la historia moderna, conceder el galardón de oficial a las lenguas. La constitución de Estados Unidos considera que no es necesaria la mención porque la tendencia natural y enraizada de los grupos sociales es la de elegir la más eficaz, por eso los padres fundadores creyeron en los derechos y libertades individuales y consideraron que el Estado no debía dotarse de facultades para imponer una lengua, sino que cada ciudadano debe adoptarla libremente.

Una de las lenguas de los asturianos poco considerada por sus hablantes y en estado decadente va a ser cooficial junto al castellano por decisión del Parlamento autonómico. Sea bienvenida toda consideración hacia los idiomas que languidecen porque sobreviven íntimamente fundidos a las personas que los usan, y el respeto debe inspirar todo comportamiento.

Los asturianos se sirven de dos códigos para la comunicación, el castellano, conocido por todos, y el asturiano, conocido y utilizado a diario por una parte de la población difícil de establecer, pero en todo caso minoritaria. Este grupo de hablantes de dos lenguas o ambilingües ha ido en descenso desde que el bable dejó de existir como lengua única porque sus hablantes añadieron el castellano. La lengua asturiana fue poco a poco abandonada y dejó de tener vida autónoma. Y esa es también hoy la tendencia.

En compensación, lo que podemos llamar castellano de Asturias se carga, al igual que otros acentos del español, de esencia asturiana. Se oye en el habla espontánea un castellano salpicado de asturianismos como los que aparecen en los demostrativos esti, esi: esti coche, esi perru; la anteposición del artículo en los posesivos: el mi coche, la tu hermana, la su casa; la posposición del pronombre: prestóme, hízote, quitáronnos; el predominio de diminutivos en -in, con plural –inos (perrín / perrinos, e incluso perrines), así como determinadas interjecciones apelativas como ho (hombre) o ne (mujer): calla, ho (cállate, hombre); dímelo, ne (dímelo, mujer). De la misma manera, el asturiano castellanizado, llamado amestáu o mecíu, se oye en boca de hablantes sensibles a la influencia castellana en la charla distendida.

Un poco de historia

En latín, lengua madre de tantas hijas en el territorio del Imperio, se decía paternostrum. Y en la península ibérica se fragmentó cuando los hablantes ajustaron tanto la pronunciación a sus tendencias articulatorias que de oeste a este peninsular evolucionó en gallego a nosopai; en asturiano occidental a páinuesu; en central a panuesu; en oriental a padre nuestru; en castellano a padre nuestro; en aragonés a pai nuestro, y en catalán a pare nostre. Pero evolucionaron los acontecimientos de tal manera, se vivieron tantos cambios, que, si bien todos estos dialectos conservaron su uso local, aprendieron también, porque les vino bien hacerlo, a hablar castellano y decir padre nuestro.

La evolución de los dialectos del latín estuvo condicionada por los triunfos políticos de Castilla. La lengua asturiano-leonesa, desposeída del amparo político del antiguo reino independiente, quedó arrinconada en un territorio cuyos centros neurálgicos (León, Oviedo o Astorga) se debilitaron ante el definitivo desplazamiento hacia el sur peninsular del escenario político, económico y cultural de manos del castellano. El abandono se agrava cuando las élites económicas y culturales, y también la administración, prefirieron utilizar el castellano y dejar de lado al bable.

Si don Pelayo venció en Covadonga, Fernando III el Santo añadió, en conquistas a expensas del islamismo y a favor del cristianismo, un territorio similar al de todo el reino heredado. Veinticinco años dedicó a laboriosas campañas. Habría conquistado el Magreb si la muerte no lo sorprende a la edad de cincuenta años. Dejaba los pilares de los dominios territoriales de la que había de ser la primera lengua de España.

La ventaja alcanzada por el castellano marcó el final del desarrollo territorial del asturiano. Pero aquellos hechos no son todavía definitivos para explicar la decadencia, porque también desde mediados del siglo XIII cientos de documentos notariales, administrativos y jurídicos dan muestra de una necesidad práctica, y también de una voluntad de normalización del asturiano, de un proceso de selección estilística entre variantes, y de notables logros. Cabe hablar para esa época de un asturiano-leonés general bien consolidado, refractario a las influencias castellanas. Es indudable que por entonces existe una sólida conciencia lingüística, una identidad, una base propia que señala las formas autóctonas frente a las vecinas.

El Humanismo y el Renacimiento tiñeron al castellano de un dorado tono grecolatino en estructuras, léxico y formas. La Gramática de la lengua castellana de Antonio de Nebrija, la primera de las neolatinas, vio la luz en el mismo año de la conquista de Granada y del descubrimiento de América. Por entonces el español es un hablar gracioso en la expresión familiar y coloquial, fértil y elegante en círculos elitistas, privilegiado en el entendimiento entre pueblos, preclaro y distinguido. Nadie impone normas para su escritura, ni leyes para su expansión, ni medios coercitivos para su uso.

En el siglo XIX la ola romántica resucitó la escritura en gallego y en catalán con fines literarios, pero no del asturiano. Quienes participaban por entonces en la industrialización prefirieron el instrumento de comunicación más provechoso. El buen uso del español, con independencia de los conocimientos de asturiano, se impuso como exigencia de rango social. La burguesía se aferra al castellano, y el pueblo la imita. El bable frustró su andadura como lo hicieron tantas otras lenguas neolatinas. Los asturianos desearon añadir a la herencia de sus antepasados la lengua de moda, y después abandonar la propia. En el siglo XX se instaló el español también en las clases modestas. La escolarización y los medios de comunicación arrinconaron a una lengua sin apenas desarrollo escrito. Por entonces el español llega a las clases modestas. Se inicia un importante retroceso en los núcleos urbanos. Una nueva quiebra se produce en la generación de 1950. El abandono masivo del campo va unido al del bable una vez instalados en la ciudad. Hacia finales del siglo XX solo un tercio de la población lo utiliza. Queda por entonces arrinconado en comarcas del interior.

A partir de la constitución de 1978 se produce el resurgir (surdimientu). Aunque las variedades dialectales son tres, y una de ellas es prácticamente gallego, la normalización se inspira en la variedad central, la que evolucionó a panuesu, que es también la que utiliza el asturiano literario, al que se han traducido obras de Albert Camus, Tennessee Williams, Herman Melville y Franz Kafka, entre otros.

El patrimonio lingüístico del Principado de Asturias

El monolingüismo en asturiano no existe, pero el asturiano se introduce de tal manera en el castellano, más o menos entremezclado, que tal vez cuatro de cada diez hablantes utilizan modos, morfología y léxico asturiano. En los últimos veinte años un tercio de los hablantes han dejado de usarlo en comarcas del interior. Del millón de habitantes actual del Principado solo el diez por ciento lo transmite. Otro diez por ciento lo entiende y lo usa de manera desigual. En el litoral prácticamente no existe.

Los asturianos han hablado y hablan la lengua que han elegido, y no hace falta que venga nadie a decirles en la que tienen que hablar ahora que ha sido declarada cooficial por primera vez en sus siglos de historia y decadencia. Tampoco la cooficialidad repara oprobios porque no los hubo, ni va a extender su uso más allá de los actos oficiales y administrativos. En la comunidad vecina, la vasca, los esfuerzos por inyectar con anestesia el euskera no han incrementado el número de familias que lo transmiten.

La cooficialidad del asturiano bien podría convertirse en un instrumento del poder para crear un entramado de necesidades redundantes alrededor del cuerpo de funcionarios, de la enseñanza, de publicaciones, de empresas, de periódicos, de televisiones, de traductores superfluos y de muchas más ideas artificiales protegidas con un importante presupuesto. Un verdadero abuso si no se respeta el derecho elemental de todo individuo a hablar la lengua que elija, y de poner la enseñanza del asturiano a disposición de quienes deseen aprenderlo sin menospreciar, ni marginar, ni presionar, ni sancionar a quien no aspire a aprenderlo, antes de que la cooficialidad prenda la espeluznante y peligrosa llama del enfrentamiento civil. La posibilidad de que el asturiano resucite no existe. Si se necesitara, seguro que resurgiría como el ave Fénix, pero no hace falta porque la lengua afincada y viva de los asturianos es el español.

Próxima entrega
La recuperación de las lenguas desvanecidas
Son los hablantes dueños de la evolución de las lenguas, y también de su ocaso. Este obligado final preocupa más a los lingüistas que a los propios usuarios que ven languidecer el idioma de sus antepasados, una generación tras otra, hasta la desaparición. ¿Tenemos medios para mantenerlas vivas? ¿Existen medidas para revitalizarlas? Pocas veces se determina con precisión el estado real de una lengua y se marcan con objetividad las pautas para conservarla, dejarla morir o, si es posible, recuperarla.

Este artículo de Rafael del Moral es uno de los contenidos del número 16 de la publicación trimestral impresa Archiletras / Revista de Lengua y Letras.
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