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Álex Grijelmo

Doctor en Periodismo, dirige la Escuela de Periodismo de El País. Ha publicado nueve libros sobre periodismo y lenguaje.

05 Abr 2023
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Firmas

El tal que cual, confusión deliberada

Los lingüistas distinguen entre el tema y el rema en la comunicación. El tema es la información que damos ya por sabida. Y el rema, la que exponemos como nueva. Las dos perspectivas se necesitan, y al combinarse hacen que avance la conversación.

Si alguien dice: «Marisa fue ayer al teatro con una amiga», esa acción representa toda ella la novedad del mensaje, pero se ha usado el artículo indeterminado «una» para referirse a esa amiga de Marisa. Si el hablante añade más tarde «la amiga salió muy satisfecha con la calidad de los actores», estará aportando información nueva y también información conocida que se proyecta sobre la información nueva: la expresión «una amiga» del primer mensaje se convierte en «la amiga» en el segundo (esa amiga con la que Marisa fue al teatro) porque tal sustantivo ha pasado del rema al tema.

Manejamos el tema y el rema siempre con orden en nuestras conversaciones de cada día, de manera natural, sin necesitar especial habilidad para ello. Y nos chocaría que alguien nos presentara información nueva como si fuera un tema o información conocida como si se tratara de un rema. Por ejemplo, si una persona le dice a su cónyuge: «Este fin de semana nos vamos a Ibiza con el velero», se deduce (en una conversación leal destinada a la mutua comprensión) que el receptor del mensaje conoce previamente que quien habla posee un velero. Ahí el rema (lo nuevo) es «nos vamos este fin de semana a Ibiza»; y el contexto conocido, «tenemos un velero». Si la persona que recibe el mensaje ignora la existencia de esa embarcación, tomará el rema como tema y no tendrá más remedio que preguntar: «¿Qué velero?»; con lo cual la conversación interrumpe su rumbo y no progresa adecuadamente. Eso se debe al conflicto de presentar como información conocida lo que para el interlocutor es información nueva.

Una mejor comunicación habría necesitado otro orden: «Me he comprado un velero y nos vamos con él a Ibiza este fin de semana», de modo que todo es información nueva y se presenta como tal. A lo que podría seguir: «Me salió muy barato», oración en la que ya se da por conocida la adquisición del barco.

En este tipo de expresiones que mezclan lo viejo con lo nuevo solemos usar en las segundas referencias la fórmula el tal que cual o la tal que cual: «La amiga que fue con Marisa al teatro se quedó contenta», «el barco que me he comprado me salió muy barato» (y los dos interlocutores saben quién es Marisa y que el barco es un velero).

En las conversaciones leales, todos esos sobrentendidos funcionan sin dificultad alguna. El problema se produce, sin embargo, cuando el emisor rompe estas normas que todos cumplimos sin esfuerzo y sin darnos cuenta. Esa fractura ocurre, por ejemplo, si el hablante presenta como vieja la información nueva; o si muestra como nueva la información ya conocida; es decir, en el lugar del tema cuando se trata de un rema; y en el lugar del rema cuando se trata de un tema.

Y aquí viene el problema: la opción de ofrecer hechos nuevos como si fueran viejos resulta muy útil para garlitos y añagazas. Porque con ellos se puede desviar la atención del hecho principal. Es más fácil colocar mercancía falsa en el tema que en el rema, porque el receptor pone su atención en lo que se le ofrece como nuevo, mientras que la relaja ante la información que se presenta como ya conocida. Así, pueden colar como hechos probados los que no lo son, se disimula la información y se consigue que lo nuevo, y además importante, pase inadvertido.

El profesor Salvador Gutiérrez Ordóñez, miembro de la Real Academia y especialista en Pragmática (la rama de la lingüística que estudia los mecanismos de la comunicación que transitan por encima de las palabras en sí mismas), hizo un experimento con sus alumnos. Les preguntó: «¿Cuántos animales de cada especie metió Moisés en el Arca?». Casi todos dijeron «dos» sin plantearse que no se trataba de Moisés sino de Noé (Gutiérrez Ordóñez. 2002: 42). Ellos se fijaron, lógicamente, en la parte del rema: «cuántos animales». Y dejaron pasar el tema («el arca de Moisés»).

El tema, al tratarse de información dada, se asimila con mayor facilidad por el receptor porque la adopta como datos sabidos, no sometidos a discusión. De ese modo, tal como han señalado Núñez y Del Teso, «se tiende a bloquear nuestra reacción inmediata» (1996: 300). El lector asume sin espíritu crítico el mensaje real emitido, y lo incorpora a su enciclopedia sin que medie un proceso de análisis.
En periodismo, la técnica de incluir información nueva (rema) como si fuera vieja (tema) puede servir también para dar por comunicado algo que no se comunicó. Este truco se aprecia a menudo en los periódicos que informan hoy de una novedad en la que incluyen como si fueran nuevos algunos datos viejos que ya se conocían. Pero se conocían, eso sí, por otros medios de comunicación.

El engaño es posible también en sentido inverso: se presentan datos viejos como si fueran nuevos para hacer ver que se ofrece información actual, cuando no lo es.

La mencionada fórmula el tal que cual suele servir en la vida cotidiana para comunicar información vieja (tema) antes de transmitir la información nueva (rema): «La ingeniera que nos presentó tu hijo / ya tiene trabajo». Y también en los mensajes informativos: «El técnico que ganó el Goya al mejor sonido / se aventura en la dirección de una película», «el volcán que erupcionó en Indonesia / desata un seísmo en la zona».

Ahora bien, en los últimos años se viene aprovechando la construcción el tal que cual como truco periodístico mediante el cual se omite el verbo principal («ya tiene trabajo», «se aventura en la dirección», «desata un seísmo») que debería acompañar al sujeto («la ingeniera que nos presentó tu hijo», «el técnico que ganó el Goya», «el volcán que erupcionó»…); y de ese modo el lector no termina de saber si se le cuenta algo nuevo o si se recupera una información ya transmitida. Esos sintagmas cojos aparecen cada vez con más frecuencia en titulares periodísticos. Con ello, el lector pierde la referencia de si se halla ante una información novedosa o antigua, pues se le muestra solamente lo que aparenta ser un tema; pero a la vez se le hace suponer que, por encabezar un texto informativo y no añadirse más detalles, está recibiendo algo nuevo.

Tomo como ejemplo el siguiente titular de un diario impreso con fecha 1 de marzo de 2021, en su página 22: «La molécula que salva a miles de enfermos de covid». Al leerlo, el atento comprador del diario se habrá quedado con la duda de si se trata de una molécula que se acaba de descubrir o de una molécula que ya se conocía y sobre la cual nos van a contar ahora algo nuevo. Eso sucede porque, como indicábamos, la oración se queda a medias: falta el verbo principal. No se dice, por ejemplo, «La molécula que salva a miles de enfermos de covid se aplica ya en España». Y a partir de todo eso sospecharemos que el periodista prefirió presentar información vieja como si fuera nueva.

Para una mirada experta, queda claro: si se hubiese tratado de una noticia del día, se habría titulado sin la fórmula el tal que cual: «Una molécula salva a miles de enfermos de covid». Y con ello se habría transmitido al lector que se halla ante un conocimiento nuevo. ¿Por qué no se hizo así? Porque no lo era.

Eso ya se había contado el 18 de junio de 2020, nueve meses antes. Y de ese modo, el titular con el tal que cual daba gato por liebre.

En muchos de esos casos tramposos (tramposos con voluntad o sin ella), las estructuras de relativo integradas en un sujeto se podrían transformar en una oración independiente. Por ejemplo, cabe cambiar «El ordenador que realiza en 24 horas operaciones que requerían 25 años» por «Un ordenador realiza en 24 horas operaciones que requerían 25 años». Con esa segunda opción, el titular ganaría en acción y en sentido noticioso. Claro que para eso hace falta que estemos comunicando información nueva.

En resumen, los titulares con la opción el tal que cual resultan cómodos (por eso abundan), pero producen confusión cuando encabezan textos noticiosos. Se trata de construcciones que pueden resultar útiles en el género del reportaje-perfil sobre un personaje, siempre que se distinga lo nuevo de lo viejo; pero poco convenientes para informaciones, porque con ellas se pierde la pista de lo que se cuenta por vez primera y lo que ya se conocía.

Por otro lado, la fórmula el tal que cual se usa desde hace muchos años en títulos de obras cinematográficas con los cuales no se pretende dar ninguna noticia (eso de copiarles titulares al cine y a la literatura es un viejo y mal recurso de algunos periodistas): El hombre que susurraba a los caballos, El hombre que sabía demasiado, El inglés que subió una colina y bajó una montaña, El inglés que cogió una maleta y se fue al fin del mundo, El hombre que nunca estuvo allí, El hombre que pudo reinar, La mujer que no tuvo infancia.

Muchos redactores de hoy en día parecen carecer de interés por aclarar a sus lectores qué parte de aquello que cuentan es algo nuevo y qué parte se conoce ya (quizás para ocultar que están transmitiendo información vieja, siempre más fácil de obtener que la nueva). Esos titulares con la estructura el tal que cual suelen acompañar a textos en los que tampoco queda claro en qué momento se conoció algo o se contó por vez primera.

Las reglas éticas del periodismo se vulneran cada día en muchos aspectos y en muchos medios. Lo que no podíamos sospechar es que algún día empezaría a temblar también una de las famosas cinco preguntas a las que debe responder un redactor: «Quién, cómo, dónde, cuándo –¡cuándo!– y por qué».

 

Este artículo es uno de los contenidos del número 17 de la publicación trimestral impresa Archiletras / Revista de Lengua y Letras.
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