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Cristian Olivé

26 Mar 2021
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Firmas

Cuando los anglicismos suenan más ‘cool’

¿Tiene el mismo significado decir hype que expectación? La primera es la traducción de la segunda, pero es evidente que, si la dice un adolescente, tiene una connotación de modernidad y hasta puede llegar a generar un gran revuelo por los posibles efectos positivos que se deriven de la expectativa realizada. ¿Las palabras adoptan, por tanto, un valor añadido al pronunciarlas en inglés? ¿Se imagina lo mismo un adolescente al oír influente en vez de influencer? Lo más probable es que piense que el primero tiene un punto formal, mientras que el segundo se refiere a alguien con miles de seguidores a través de las redes sociales. No es descabellado pensar que todo depende de la edad del hablante, del contexto en el que se encuentre y de tantos otros aspectos.

Por ejemplo, un sticker, cuya alternativa en español es pegatina, tiene un valor digital que se diluye con la forma patrimonial. Creamos y enviamos stickers bromistas a través de WhatsApp. Cuesta pensar que en realidad son pegatinas.

Algo es creepy porque da asquete o es desagradable. La RAE, siempre al acecho, propone usar espeluznante en estos casos, pero está claro que se pierde informalidad y frescura. En un mundo dominado por las fake news, decir que en realidad son paparruchas o noticias falseadas puede llegar a sonar a broma o incluso a minimizarse el peligro de las informaciones que se publican con la peor de las intenciones y que traen consigo consecuencias a menudo catastróficas.

Un acosador es una persona que persigue a otra, pero un stalker va más allá porque rastrea y sigue los movimientos de alguien a través de las redes sociales. Tampoco me imagino a un adolescente diciéndole odiador a otro que se queja por todo y en cualquier momento. Es un hater y punto. O sufrir un ghosting, que es cuando alguien de repente decide zanjar una relación borrándose del mapa en las redes sociales, suena más concreto y cruel que una desaparición.

Costaría, además, encontrar a jóvenes que, después de colgar historias que duran 24 horas en Instagram, no se refieran a ellas como sus stories. Mood significa estado de ánimo en inglés y se ha hecho sumamente popular entre los adolescentes para expresar, sobre todo en internet, un sentimiento compartido. Vaguear un domingo entero es, de hecho, estar en «mood de domingo». Y así con cualquier estado de ánimo que se nos ocurra y que queramos compartir con el resto del mundo. Por no hablar de la palabra random, que en inglés significa aleatorio, pero que los jóvenes la llegan a usar como sinónimo de simplón o decepcionante («Iba a ser una gran fiesta y acabó siendo bastante random») o de imprevisible («Sus idas de olla suelen ser bastante random»).

Quizá en unos años el diccionario decida incluir la palabra crush para referirse a un amor platónico. No sería tan raro que la RAE optase por adaptarla ortográficamente y la incorporase como crash, algo que ya sucedió con la palabra eslogan, cuyo único cambio es la vocal protética para acercarla a la fonética española. Tiempo al tiempo. A fin de cuentas, peores fórmulas se han visto y no quiero ahondar en la herida. Bueno, un poco sí: hay propuestas sutiles como tuit por tweet, otras más irrisorias como yutubero por youtuber o, sin ir más lejos, wasap por WhatsApp y luego está güisqui.

Dar un like siempre suena más cercano al lenguaje digital que dar un me gusta. Y otro ejemplo más: en tiempos de confinamiento, con tantas videollamadas realizadas en grupo y tantos sonidos cruzados a la vez, se ha impuesto la fórmula mutear a la de silenciar el micrófono.

Recibir un spoiler lo asociamos claramente a una película o a una serie, pero un destripe, que es como propone la RAE, tiene, a mi parecer, una carga de violencia que no tiene la palabra en inglés. Ir de compras y escoger un outfit en vez de un conjunto es indiferente a no ser que seas un adolescente, que es posible que se incline por la primera opción. No me imagino a un adulto diciendo outfit a no ser que quiera pasarse de jovenzuelo.

En la mayoría de casos, el extranjerismo suena más cool que la propuesta formulada por la RAE. No quiere decir que haya que exterminarlos, sino dejar que la lengua fluya y ver qué palabras han venido para quedarse y cuáles son una moda pasajera sin más. Ha pasado toda la vida.

Muchas expresiones se han instalado en nuestro día a día en su forma inglesa: nadie se refiere a la sobreventa cuando se habla de overbooking en un avión, o pocos dicen registro en vez de check in al obtener las tarjetas de embarque. Es más que evidente el dominio de la lengua de Shakespeare en los lares aeroportuarios.

Decir analepsis en vez de flashback nos remite a un lenguaje demasiado específico y académico. La palabra balompié, creada artificialmente hace más de cien años por un periodista y que incluso se llegó a incluir en el diccionario, triunfó en sus inicios entre los aficionados del deporte estrella, pero acabó perdiendo fuelle en favor de la fórmula fútbol. Algo parecido sucedió con la propuesta de autofoto. La RAE acabó asumiendo la derrota y aceptó la palabra selfi (del inglés selfie), con pequeño cambio ortográfico incluido.

Otras veces conviven las fórmulas en inglés y en castellano, como estar en línea u online; suéter o sudadera; o se dice indistintamente que el show o el espectáculo debe continuar.

Meme ha entrado en el diccionario sin alternativa patrimonial posible para referirse a una «imagen, video o texto» que se envía por internet con fines humorísticos. Hace unos meses surgió una anécdota curiosa: un usuario de Twitter, que estaba elaborando un meme, preguntó a la Fundéu y a la RAE si, para expresar el adverbio con la fórmula chí, debía acentuarla o no. Lejos de lo esperado, la respuesta de ambas instituciones no fue unánime. La Fundéu lo tenía claro: «Lo escribiríamos con tilde». Sin embargo, la RAE decía que no debía acentuarse porque «los monosílabos no se tildan salvo cuando se trata de uno de los casos de tilde diacrítica».

Pues chí, no se le pueden poner vallas al monte, digo, a la lengua.

 

Este artículo de Cristian Olivé es uno de los contenidos del número 9 de la publicación trimestral impresa Archiletras / Revista de Lengua y Letras.
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