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Félix Rodríguez

11 Feb 2022
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Novedades sobre los acortamientos léxicos

Uno de los procedimientos de formación de palabras con continua y renovada vitalidad en español es el del acortamiento o truncamiento léxico. Su antigüedad difiere según la base de la derivación sea un nombre propio o un sustantivo común. Nombres de persona, de pila o apellidos, como Teresa (> Tere), Rodrigo (> Rodri), se han abreviado desde la noche de los tiempos, por economía y familiaridad en el trato, y se han transmitido por vía oral. Pero abreviaciones de nombres, como bici (< bicicleta), tele (< televisión), o de adjetivos como progre (< progresista) o ridi (< ridículo), son más recientes y se remontan al siglo pasado. En las primeras décadas del siglo XX irrumpieron en el lenguaje coloquial nombres de invenciones como auto (< automóvil), cine (< cinema < aparato cinematógrafo), foto (< fotografía), moto (< motocicleta), entre otras, siguiendo la moda del inglés, donde los «clippings» o acortamientos entraron en escena ya en el siglo XVIII y desde entonces constituyen uno de sus rasgos más característicos. Su principal formato es el monosílabo y final en consonante (como lab < laboratory, vet < veteran / veterinarian, etc.), en claro contraste con la estructura del español, donde tradicionalmente son palabras bisílabas y terminan en vocal. Como en la segmentación que se produce en el acortamiento hay una linealidad, las vocales más esperables son -e, -i, -o, quedando la -u (como en pelu < peluquería) escasamente representada. Estas pautas son las que normalmente rigen en el lenguaje coloquial y juvenil; sin embargo, en los sociolectos marginales y delincuenciales y en los argots en general, en los que predomina un cierto aire contracultural, la búsqueda de expresividad conduce a menudo a una marca alternativa y rupturista. El resultado es la llegada de acortamientos con una morfología nueva: trisílabos frecuentes y una segmentación que rompe con la linealidad habitual, a resultas de la cual surgen voces que acaban en -a: gasofa (< gasolina), masoca (< masoquista), sudaca (< sudamericano), forasta (< forastero), munipa (< guardia municipal). Muchas de estas voces son adoptadas por el lenguaje juvenil, desde donde son propulsadas hasta integrarse en la lengua general, aunque restringiendo su uso con fines estilísticos.

En algunos casos se producen dobletes morfológicos, en los que los dos tipos de acortamiento se suceden y terminan conviviendo. Así, mani (< manifestación) acabó alternando con manifa, más argótico y nacido de una voluntad estilística, como queda bien plasmado en Manifa, que dio nombre a un grupo de punk rock de Baracaldo. Igualmente, en el español estadounidense, al lado de californio, se atestigua califa, como se denomina a la persona residente en California y descendiente de mexicanos.

Por lo que respecta al lenguaje político en referencia a Cataluña, reciente es la creación indepe (< independentista), utilizada en una variedad de registros con una terminación en <e> que es habitual en las abreviaciones (profe, cole, vice, repe), con la particularidad de que en este caso la tercera sílaba prescindió de la consonante <n> para obtener una silabación más natural y fácil de articular. Pero aún más reciente es la forma indepa, que cambió su vocal final por la <a> para dotarse de una clara connotación peyorativa, tal como testimonian los siguientes comentarios que han circulado por las redes sociales:

Por favor, indepas, dejad de inventar historias de que en no sé qué parte del mundo están orgullosos de vosotros. En ninguna parte del mundo saben que existís y mucho menos que estáis todo el p.día dando la barrila. (<twitter.com>, 12.8.2019)
Los indepas catalinos pacíficos y no pacíficos tienen un asombroso parecido con los habitantes de la taquilla C18 de Men in Black 2. (<ultrajant.com>, 27.10.2019)
[…] por eso los que no son indepas, también quieren el referéndum, para acabar esta historia pero es que aunque pierdan seguirán pidiendo otro y otro y otro. (Comentario, Dolça Catalunya, 29.11.2019, 20:22)

El acortamiento en -a me trae al recuerdo Antifa (< antifascista), neologismo también propio de la jerga política, calcado del inglés y en último término del alemán —‘Acción Antifascista’ en su traducción española—, referido a un movimiento internacional conformado por grupos de izquierdas heterogéneos de ideología anarquista con el objetivo de lograr cambios mediante el uso de la acción directa. «La Antifa» alcanzó gran visibilidad durante el mandato de Donald Trump en Estados Unidos en el curso de las manifestaciones de grupos de autodefensa contra neofascistas y supremacistas y en protesta por la brutalidad policial que en 2020 terminó con la muerte de algunos afroamericanos. A la difusión del término ha contribuido la publicación del libro Antifa: El manual antifascista (2018), de Mark Bray, historiador y activista norteamericano que destacó por la organización de la acción de protesta Occupy Wall Street de 2011 contra la desigualdad social. Pese a que su uso ha tenido lugar principalmente en contextos políticos foráneos, en los últimos años también se ha registrado en español peninsular en referencia a protestas dirigidas contra grupos de extrema derecha.

Otra abreviación empleada en referencia a la política catalana es separata, por separatista, tanto en su uso sustantivo como adjetivo, sin que la polisemia con la acepción en femenino ‘articulo de un libro que se publica por separado’ genere un problema irresoluble. El término sigue la saga de las voces coloquiales con el sufijo juvenil –ata que surgieron y se popularizaron en los años setenta en la época de la movida madrileña, como bocata (‘bocadillo’), cubata (‘cuba libre’), drogata (‘drogadicto’), solo que, a diferencia de estas, separata tiene una clara connotación negativa. Aparece utilizada con frecuencia en la prensa crítica y de cariz constitucionalista como El Mundo y Vozpópuli, de lo que son ejemplos palmarios los siguientes textos:

Un separata catalán o vasco siempre da nebulosas razones para serlo: […] de verdad, se alían con los privilegiados separatas antiespañoles. (José Ignacio Torreblanca, El Mundo, 25.10.2019, 21:57)
¿No es esta división que deja sin empleo y sueldo a los mossos constitucionalistas y hace la vista gorda con los separatas? (El Mundo, 12.12.2020)
[…] el nacionalismo no ha ganado en Barcelona, no ha logrado sus propósitos, y de hecho la tropa separata, dividida, se bate ahora mismo en retirada […] (Jesús Cacho, «El virus del ‘procés’ y el contagio español», Vozpópuli, 18.10.2020, 04:45)
Tú no serás el separata catalufo con que se casó Arrumacos, ¿no? (Comentario, Vozpópuli, 30.3.2021, 08:00)

Otra voz con el sufijo juvenil -ata en la jerga política, dentro de un marco más general, es sociata, por socialista, empleada, igualmente, la mayoría de las veces con un tono despectivo, como muestran estos comentarios:

No tenemos problema territorial, como dicen los que hablan de oídas, sino una ciudadanía que los separatistas quieren mutilar. Adelante, pues: si aclaran estos puntos, los sociatas volverán a ser imprescindibles. (Fernando Savater, «Sociatas», El País, 19.11.206)
Denunciarla [la corrupción en Cataluña] siempre se consideró por parte de la antigua Convergencia como cosas de sociatas, de españolistas, de malos catalanes. (Miquel Giménez, «Trapis», Vozpópuli, 26.6.2020, 04:45)

 

Este artículo de Félix Rodríguez es uno de los contenidos del número 12 de la publicación trimestral impresa Archiletras / Revista de Lengua y Letras.
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