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07 Ago 2019
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Un toque de atención sobre desviaciones normativas, cambios lingüísticos, expresiones de moda y nuestra capacidad de acogida de palabras procedentes de otras lenguas.

Mª Ángeles Sastre

Profesora de Lengua Española en la Universidad de Valladolid. Me llama la atención cómo habla la gente, cómo escribe, cómo dice sin decir, cómo maquilla lo que dice, cómo transgrede con el lenguaje, cómo nos dejamos engañar por los políticos. Leo la letra pequeña en la publicidad y los periódicos de pe a pa. Y encuentro de todo.

¿Adónde se van los términos que salen de un diccionario?

Hace poco he hablado de la importancia de la marcación en los diccionarios. Hoy me ocuparé de la vigencia cronológica de las palabras, es decir, del estado de una palabra en relación con su uso, según la información que se desprende de las marcas utilizadas para este fin en los diccionarios generales.

Me basaré en las dos últimas ediciones del diccionario académico, titulado Diccionario de la lengua española: la 22.ª edición (2001) y la 23.ª edición (2014). La razón por la que no tengo en cuenta otros diccionarios igualmente prestigiosos y considerados de referencia está en que o son diccionarios ‘de uso’ o lo son ‘del español actual’ o ‘de uso del español actual’. El diccionario académico no es propiamente ni un diccionario de uso (porque apenas ofrece indicaciones sobre cómo se usan algunas palabras que pueden presentar problemas de uso y porque registra palabras desusadas o poco usadas) ni un diccionario del español actual (porque registra palabras de otras épocas).

La RAE ha venido considerando la necesidad de seguir registrando en el repertorio lexicográfico voces desfasadas hasta que el Nuevo diccionario histórico del español no se haya completado, con el fin de que el usuario pueda interpretar los textos clásicos.

En la edición de 2001 las marcas cronológicas eran las siguientes: «p. us.» [poco usado], «desus.» [desusado], «ant.» [anticuado] y «germ.» [germanía]. La marca «anticuado» se aplicaba a palabras o acepciones cuya última documentación es anterior al año 1500; «desusado» a aquellas documentadas entre 1500 y 1900; «poco usado» a las empleadas después de 1900, pero cuyo uso actual es difícil o imposible de documentar; y «germanía» a las propias de este sociolecto, jerga o manera de hablar de ladrones y rufianes en los Siglos de Oro.

En la edición de 2014 la RAE ha simplificado las marcas relativas a la vigencia histórica, tal como puede leerse en los preliminares del diccionario. Se prescinde de la marca «antiguo» y subsisten solo dos: «desusado», que «acompaña a palabras o significados que dejaron de estar vigentes en algún momento anterior a 1900»; y «poco usado», marca que combina vigencia y frecuencia y que se usa en «casos en los que la palabra o acepción aparece ya muy raramente después de 1900». Un cambio importante en la concepción de la marcación lexicográfica que no sé si es de gran ayuda.

Les pongo un ejemplo: la edición de 2001 registra abés con el significado de ‘difícilmente, con trabajo’ y con la marca «ant.». En la de 2014 no aparece registrado este vocablo. ¿Adónde se van los términos que salen de un diccionario? Podrían ir a un diccionario de arcaísmos, pero no es el caso para el español porque no hay un proyecto de este tipo. También podrían ir a un tesoro lexicográfico o repertorio donde se recogen las palabras y expresiones de todas las épocas, niveles socioculturales y registros de una lengua, pero el español no tiene ‘tesoro’. Y finalmente pueden ir al diccionario histórico, donde se presenta la evolución del léxico español a lo largo del tiempo. El proyecto existe (puede consultarse en línea) y la palabra está recogida allí con el significado de ‘difícilmente, con trabajo, apenas’. La pena es que el proyecto del nuevo diccionario histórico avanza lentamente.

En otro ejemplo, acatar, la edición de 2001 tiene cuatro acepciones con la marca «ant.»: 3. ‘mirar con atención’; 4. ‘considerar bien algo’; 5. ‘dicho de una cosa: tener relación o correspondencia con otra’; 6. pron. ‘recelarse’. En la edición de 2014 no ha variado nada, tan solo se ha sustituido la marca «ant.» por «desus.», conforme a los nuevos criterios. Lo mismo ocurre con alleganza: un mero cambio de etiqueta.

Qué quieren que les diga: no me gusta esta simplificación de la última edición porque, de aparecer el vocabulario que ya no está en uso o es de uso restringido, no es lo mismo que un término haya dejado de utilizarse en el siglo XIV a que lo utilizara Galdós, por poner un ejemplo. Y porque podría ser el caso de una palabra con la marca «ant.» en una acepción y con la marca «desus.» en otra en la edición de 2001, que convergerían en «desus.» ambas en la de 2014. Aunque lo deseable sería que los arcaísmos desaparecieran del diccionario.