PATROCINADORES
INSTITUCIONES
Junta castilla
jcm

Archiletras

30 Jul 2019
Compartir

Un toque de atención sobre desviaciones normativas, cambios lingüísticos, expresiones de moda y nuestra capacidad de acogida de palabras procedentes de otras lenguas.

Mª Ángeles Sastre

Profesora de Lengua Española en la Universidad de Valladolid. Me llama la atención cómo habla la gente, cómo escribe, cómo dice sin decir, cómo maquilla lo que dice, cómo transgrede con el lenguaje, cómo nos dejamos engañar por los políticos. Leo la letra pequeña en la publicidad y los periódicos de pe a pa. Y encuentro de todo.

Las marcas en el diccionario

Los diccionarios generales de lengua son una mina si el usuario sabe extraer e interpretar la ingente cantidad de información que atesoran.

En el discurso lexicográfico las marcas son indicaciones que acompañan a las definiciones para señalar un uso particular. El usuario del diccionario suele prestarles poca atención por dos razones: porque suelen aparecer en forma abreviada y no sabe a qué palabra o expresión hacen referencia; y porque desconocen su verdadero alcance. Visto desde la otra parte, la del equipo lexicográfico (el responsable de la factura del diccionario), a veces las marcas se usan sin demasiado rigor, por lo que el usuario puede percibir incoherencias e imprecisiones. Esto último ocurre con frecuencia con las marcas valorativas, como irón. [irónico]. 

Veamos un ejemplo de esta marca cotejado en ocho diccionarios: la palabra lindeza. En la 22.ª edición del diccionario académico (2001) aparecen en la tercera acepción las marcas «pl. irón.» [plural, irónico] con el significado de ‘insultos o improperios’; la información es idéntica en la 23.ª edición (2014); El Diccionario de uso del español, de María Moliner (3.ª edición, 2007, cuarenta años después de la primera edición), en la segunda acepción la registra como «inf.» [informal] con el significado de ‘insulto o vituperio’. En el Gran diccionario de uso del español actual (ed. SGEL, 2001) aparece como «fig.» [figurado] en la segunda acepción con el significado de ‘dicho ofensivo o desagradable que alguien profiere’. El Diccionario de uso del español de América y España (2003), en la tercera acepción, la registra con la marca «irónico» con el significado de ‘insulto u ofensa que se dicen contra alguien o contra algo’. En el Gran diccionario de la lengua española (Larousse, 2008) no aparece ninguna marca como tal, pero la marca «irónico» se desliza en la definición: ‘acción o palabras que resultan ofensivas o humillantes, en sentido irónico’. El diccionario Clave (ed. SM, consulta en línea), en la tercera acepción, define el término como ‘dicho ofensivo o desagrable contra alguien’ y añade que tiene un matiz irónico. Y, por fin, el Diccionario del español actual, de Manuel Seco, Olimpia Andrés y Gabino Ramos (1999), no registra la ironía como marca, sino que en la segunda acepción (‘persona o cosa linda’) añade que, referido a cosa, es frecuente con intención irónica.

Como pueden apreciar, no hay un acuerdo sobre qué marcas han de aparecer o no; tampoco sobre cuántas existen; ni siquiera sobre el alcance de cada una, es decir, sobre sus límites. Lo cual no quiere decir que no sean necesarias. En mi opinión, son imprescindibles porque sin ellas el diccionario sería una auténtica selva.

Les pondré otro ejemplo, en este caso de marca gramatical. Bajo la entrada médico, ca, la última edición del diccionario académico registra tres acepciones: 1. «adj.» [adjetivo] ‘perteneciente o relativo a la medicina’; 2. «m. y f.» [masculino y femenino] ‘persona legalmente autorizada para profesar y ejercer la medicina’; 3. «f. coloq. desus.» [femenino, coloquial, desusado] ‘mujer del médico’. La primera acepción justifica ejemplos como tratamiento médico, práctica médica o consulta médica; y la segunda, ejemplos como reconocimiento mundial para una médica de familia vallisoletana. 

A tenor de la información gramatical contenida en la acepción número dos, no procede utilizar la expresión la médico para referirse a una mujer, aunque haya quien la use (y quien prefiera este uso al de la médica) y aunque aparezca escrito con bastante frecuencia. El argumento no debiera ser algo del tipo «me suena bien/mal», «me suena raro», «es un uso sexista», etcétera, sino uno más objetivo: la aparición en el diccionario del lema con las dos formas (médico, ca), acompañado de una marca gramatical «m. y f.». Esta es la garantía de que debe decirse la médica. Y el hecho de que en la tercera acepción aparezcan las marcas «fem. coloq. desus.», la prueba de que la expresión la médica ya no designa en la actualidad a la esposa del médico. Imagínense este artículo lexicográfico sin marcas: la jungla.