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21 Abr 2019
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Un toque de atención sobre desviaciones normativas, cambios lingüísticos, expresiones de moda y nuestra capacidad de acogida de palabras procedentes de otras lenguas.

Mª Ángeles Sastre

Profesora de Lengua Española en la Universidad de Valladolid. Me llama la atención cómo habla la gente, cómo escribe, cómo dice sin decir, cómo maquilla lo que dice, cómo transgrede con el lenguaje, cómo nos dejamos engañar por los políticos. Leo la letra pequeña en la publicidad y los periódicos de pe a pa. Y encuentro de todo.

Restricciones de significado

En español, al igual que ocurre en otras lenguas, muchas palabras o expresiones imponen restricciones léxicas a las palabras con las que se combinan.

Por ejemplo, el verbo ladrar incluye a perro (obviamente con el significado de ‘dar ladridos un perro’, aunque este verbo también significa, metafóricamente hablando, ‘decir algo a alguien de manera áspera y desagradable’). En esta misma línea, existe relación entre mugir y vaca, entre barritar y elefante o entre relinchar y caballo. Comer se usa en el caso de ingerir alimentos sólidos, mientras que para los líquidos se usa beber; las personas tienen piernas y los animales y las cosas tienen patas. El conocimiento de las restricciones que impone cada palabra o expresión forma parte del conocimiento que los hablantes tienen de la lengua.

A veces los hablantes nativos desconocen las restricciones léxicas de algunas palabras o, dicho de otro modo, no las tienen en consideración, lo que implica ciertos desajustes, que se traducen en redundancias o en impropiedades léxicas. 

En el primer caso, el de las redundancias, se produce una sobrecarga significativa. Subir lleva aparejada la noción de ‘más altura’ (es ir de un lugar a otro más alto) y por eso resulta redundante la expresión subir arriba; aforo conlleva el rasgo significativo de máximo (número máximo autorizado de personas que puede admitir un recinto destinado a espectáculos u otros actos públicos), así que es redundante decir aforo máximo permitido; el adjetivo aterido lleva implícito el rasgo relacionado con ‘frío’ (paralizado o entumecido a causa del frío), por lo que no debe decirse aterido de frío; si un mendrugo solo puede ser de pan, es redundante la expresión mendrugo de pan; si la idiosincrasia es lo distintivo y propio de un individuo o de una colectividad, no ha de hablarse de la propia idiosincrasia ni de la particular idiosincrasia; proyecto lleva en sí la idea de ‘futuro’, por lo que no debería hablarse de proyectos futuros. 

El otro tipo de desajustes lo constituyen las impropiedades léxicas. Voy a mostrar algunas que tienen como denominador común el hecho de tener algún tipo de restricción significativa.

En el caso de bifurcarse la restricción es ‘dos’ (dicho de una cosa: dividirse en dos ramales, brazos o puntas). Por tanto, no debe emplearse para uno ni para más de dos.

Acarrear, con el significado de ‘ocasionar, producir, traer consigo daños o desgracias’, impone la restricción de algo negativo (daños, perjuicios, preocupaciones, enfermedades, epidemias, etcétera). No debe emplearse entonces con sustantivos que impliquen algo positivo.

Adolecer, con el significado de ‘tener o padecer algún defecto’, restringe su uso a algo considerado negativo. No debe emplearse como sinónimo de carecer, que no impone esta restricción. Decir de un aula que adolece de luz natural es una impropiedad léxica; no lo es, en cambio, decir de ella que carece de luz natural o que no tiene luz natural.

Barajar exige un complemento en plural cuando significa ‘considerar las varias posibilidades o probabilidades que pueden darse en las reflexiones o hipótesis que preceden a una resolución’. Por tanto, no es correcto decir que se está barajando la posibilidad de hacer algo sino las posibilidades.

Concurrir exige un sujeto múltiple, así que una sola persona no puede concurrir a un certamen poético ni un solo partido a unas elecciones; y son necesarias al menos dos cosas o dos cualidades cuando se usa con el significado de ‘coincidir’.

También confluir pide sujeto múltiple. Un río no confluye en el mar, ni un camino en una carretera. En un río confluyen al menos otros dos o dos corrientes de agua; en una tendencia confluyen al menos dos aspectos; en una persona confluyen dos o más rasgos o características.

Como puede apreciarse, si no se tienen en cuenta las restricciones de significado, se generan enunciados incorrectos desde el punto de vista de la propiedad léxica.