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07 Nov 2022
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Detrás de cada palabra hay un rastro lingüístico que puede delatarte

Sheila Queralt

Perito en lingüística forense. Con mis análisis científicos de la lengua contribuyo a cazar delincuentes.

¿Una app para acreditar el consentimiento en las relaciones sexuales?

Este mes de noviembre un despacho de abogados penalistas español ha lanzado la herramienta digital Presunto Inocente, una aplicación gratuita que te puedes descargar en el móvil. Promete ser una prueba con validez jurídica del consentimiento sexual entre ambas partes.

Esta aplicación ha sido lanzada después de que la Ley del «solo sí es sí» fuera aprobada en España el 7 de octubre (ya advertí que daría mucho de qué hablar). Uno de los puntos claves de esta ley es la necesidad de que se dé un consentimiento explícito entre las partes para tener una relación sexual. Si no es así y una de las partes denuncia, desde el punto de vista jurídico puede entenderse que legalmente no ha habido un consentimiento.

La verdad es que Presunto Inocente no es la primera aplicación que aparece con el fin de probar la existencia de consentimiento. Desde hace años, existen otras similares, tanto fuera como dentro de España. Ya en 2015 salió en Estados Unidos la herramienta We-Consent, y a partir de ahí, se han creado otras como IConsent, YesMeansYes, UConsent, LegalFling o ISex.

 ¿Realmente es útil una aplicación para acreditar el consentimiento? Bajo mi punto de vista, la respuesta es un «no» rotundo. ¿Por qué? Porque esta aplicación es un reflejo de que todavía no se entiende qué es el consentimiento sexual. El consentimiento sexual, como indica Zoe Mendelson, autora de la Pussypedia (la cual recomiendo), implica que «nadie puede hacerte nada que no quieras que te hagan; y tú no le puedes hacer a nadie nada que no quiera que le hagas».

El consentimiento no puede entenderse como un contrato legal entre dos partes mediante una firma en una aplicación antes de la práctica. El consentimiento es una manifestación fluida, por lo que en cualquier momento puedes expresar tu acuerdo pero también tu desacuerdo si esa práctica no te apetece o ya no tienes ganas (que después de tener que escanear el DNI, subir un código QR o filmarte en vídeo, quizá ya se te haya bajado la libido).

Otro aspecto importante respecto a estas aplicaciones es que creo que incluso podrían ser una herramienta para lo contrario a lo que fueron creadas. Su uso podría convertirse en una prueba legal beneficiosa para el agresor. ¿Qué pasa si la víctima ha sido amenazada para que firme ese consentimiento? ¿O chantajeada? ¿Cómo se puede demostrar eso? Dejémonos de crear aplicaciones para «certificar» el consentimiento y dirijamos más esfuerzos a educar sobre él.

Finalmente, quiero indicar que todo lo anterior no quiere decir que sus creadores no lo hayan pensado y hayan puesto sus mejores intenciones en esta iniciativa. De hecho, el creador de la primera aplicación de este tipo, We-consent, indicaba en su web que nacía para «fomentar la discusión sobre el consentimiento entre parejas que buscan tener sexo» y «fomentar conversaciones sociales sobre el respeto mutuo y sobre la necesidad de que haya consentimiento».