PATROCINADORES
INSTITUCIONES
Junta castilla
jcm

Archiletras

17 Mar 2020
Compartir

Detrás de cada palabra hay un rastro lingüístico que puede delatarte

Sheila Queralt

Perito en lingüística forense. Con mis análisis científicos de la lengua contribuyo a cazar delincuentes.

No me llames «Señora de» si no me gusta

Hace algunos años recibí en el laboratorio una consulta en relación a la interpretación de la expresión «Señora de» seguida del apellido del marido.

El uso de esa expresión desataba en la víctima un trastorno de estrés postraumático todavía latente producido por ciertos acontecimientos vividos durante la dictadura franquista. Algunos pueden entender que la adopción del apellido del marido puede ser motivo de orgullo para la mujer y otorgarle cierto estatus social, especialmente cuando el estatus social del marido es más favorable que el suyo. Pero, para otros, como es el caso de esta víctima, tiene una clara interpretación negativa: la eliminación de la propia identidad de la mujer que supone renunciar a sus apellidos. 

Para entender la interpretación de la víctima, debía contextualizar su uso en España y, en particular, en la época franquista. En esa época esta denominación se adecuaba a la mentalidad del régimen dictatorial que, entre otras cuestiones, defendía la superioridad del hombre a la mujer y la pertenencia de la mujer a su esposo, como si de un objeto se tratara. Por ejemplo, se pueden encontrar en libros de texto de la Sección Femenina fragmentos como:

«4.– Señora de. Cuando estéis casadas, pondréis en la tarjeta vuestro nombre propio, vuestro primer apellido y después la partícula ‘de’, seguida del apellido de vuestro marido. Así: Carmen García de Marín. En España se dice de Durán o de Peláez. Esta fórmula es agradable, puesto que no perdemos la personalidad, sino que somos Carmen García, que pertenece al señor Marín, o sea, Carmen García de Marín.»

Fuente: Sección Femenina de F.E.T y de las J.O.N.S. Economía Doméstica para Bachillerato, Comercio y Magisterio, 1968. 

De hecho, la UNESCO, en sus Recomendaciones para un uso no sexista del lenguaje, recomienda que las mujeres que libremente quieran utilizar de forma social (no jurídica) el apellido del hombre eliminen la preposición de, puesto que indica de forma negativa una relación de dependencia o subordinación. Literalmente dice: «Así por ejemplo, en vez de María García de López (García, el apellido propio, y López, el del marido), proponemos María García o María López señora García o señora López».

Se debe tener en cuenta, además, que la interpretación de una expresión puede no ser única, como en el caso que me ocupaba, y que dependerá generalmente del contexto en el que aparezca y del bagaje que tenga el receptor. En este caso, la receptora era una persona que había sufrido sucesos traumáticos durante la época franquista y a quien, por tanto, su bagaje le conducía de forma inconsciente a escoger la interpretación más próxima a su vivencia. De este modo, la interpretación de la receptora era que el uso de la denominación (Nombre propio de la mujer) + preposición de + (Apellido del marido) representaba un trato despectivo hacia ella en el que se la trataba de cosa y propiedad del marido, a la vez que se anulaba su propia identidad.

Lamentablemente, en este caso, mi pericial jamás llegó al agresor porque la víctima no quiso entregársela por miedo a su reacción. Aun así, espero que si algún lector de este blog conoce una situación similar reflexione sobre todo lo que acarrea una expresión así antes de utilizarla. Las palabras pueden hacer mucho daño.