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02 Mar 2020
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Detrás de cada palabra hay un rastro lingüístico que puede delatarte

Sheila Queralt

Perito en lingüística forense. Con mis análisis científicos de la lengua contribuyo a cazar delincuentes.

Datos, datos, da… miedo la pandemia

¿Cuántos titulares has leído últimamente sobre el coronavirus? ¿Y cuántas noticias has visto en la tele sobre el tema? Muchos, ¿no? Ya, como todos. Por eso, podemos pensar que estamos muy bien informados sobre esta nueva enfermedad. Pero ¿realmente es así? 

Cuantos más datos oímos, más grave nos parece esto del coronavirus. Darle tanto bombo a algo normalmente solo hace que nos sintamos más vulnerables a ello y que sintamos miedo. Sin embargo, si nos fijamos bien en datos rigurosos, veremos que no tenemos por qué temer más a este tal coronavirus que a otras enfermedades con las que estamos más familiarizados, como la gripe. Por ejemplo, si tenemos en cuenta el número de casos detectados, la tasa de mortalidad se sitúa en torno al 2 % y, además, más del 80 % de los casos son leves.

Pero, en fin, esto de sentirnos impresionados por lo que nos resulta nuevo o desconocido forma parte de cómo somos los humanos. Incluso en contextos mucho más serios que las redes sociales o los programas de televisión también nos dejamos llevar por lo novedoso y por datos que quizá no entendamos tan bien como nos gustaría creer. Sí, a lo que voy es a que en los tribunales también pasa. 

He visto a peritos defender con un montón de palabras rimbombantes informes periciales repletos de gráficos y análisis estadísticos que, supuestamente, eran objetivos, pero que llegaban a resultados cuestionables sin fundamentación teórica. He visto peritos defender periciales basadas en análisis cualitativos, en los que las variables se valoraban de manera sistemática y minuciosa y los resultados se relacionaban de forma muy coherente con teorías científicas ampliamente aceptadas. Y, lamentablemente, más de una vez he visto cómo, durante un juicio, se daba mayor peso al primer tipo de informes que al segundo.

Hagamos un pequeño experimento. Imagina que formas parte del jurado en un juicio por asesinato y un experto te dice que la probabilidad de que el acusado es inocente es de una entre cien mil (1/100 000). ¿Le declararías culpable? ¿Y si la probabilidad de que sea culpable es de una entre seis mil (1/6000)?

La moraleja de hoy es que exagerar algo es muy fácil, pero aprender a otorgar a cada dato el peso que se merece antes de tomar una decisión no lo es tanto. Oyendo a algún comentarista, podríamos pensar que el coronavirus es la peor enfermedad a la que nos hayamos enfrentado como especie, pero antes de ponerle una mascarilla a todo lo que tenga cara (como tus mascotas y hasta los muñecos de tus hijos), quizá valga la pena contrastar algunos datos y reflexionar un poco.