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Arsenio Escolar

28 Jun 2023
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Mi abuela Ifigenia y el comienzo del mundo sin lenguaje

Mi abuela Ifigenia era una mujer culta, religiosa, tradicional, mandona. Era hija póstuma. Su padre había muerto antes de que ella naciera. Su madre falleció cuando ella tenía seis años. Se crió con sus tíos, los hermanos de su madre: la tía Urbana y el tío Juan, que era cura.
 
Cuando yo tenía diez años, la abuela Ifigenia me comunicó que pasado el verano me iría de interno al seminario diocesano de Burgos. «Hemos
determinado que sigas la carrera eclesiástica, querido Arsenio. Ya sabes lo lejos que llegó el tío Juan, ya sabes que el primo Feliciano está muy bien situado en el Tribunal de la Rota. Tú, que eres un chico listo y aplicado, ¡qué menos que obispo!».
 
Pasé cinco años en el seminario. Cuando decidí dejarlo, mi padre me pidió que fuera yo quien se lo contara a la abuela. «¡Qué decepción, querido Arsenio! ¡Con las altas expectativas que teníamos depositadas en ti!». En las grandes ocasiones, la abuela hablaba en plural mayestático, como el Papa.
 
Unos meses después, la abuela se quedó ciega, y decidió que yo, el nieto varón mayor, leyera en voz alta para ella todas las tardes. Era una gran
lectora. Tenía muchos libros, entre ellos una nutrida colección de libros viejos, la mayoría religiosos, muchos del siglo XVII y del XVIII; el más antiguo, de 1586, unas Constituciones Sinodales del Burgo de Osma. Guardaba la colección, heredada de su tío Juan, en un bonito aparador.
 
-Coge dinero en mi mesilla -me dijo un día, hace unos cincuenta años-, ve a la librería del Espolón, que sabes que nos aprecian, y compra un libro nuevo que ha salido que se titula Cien años de soledad.
 
Por la tarde, la abuela, ya muy menuda y muy apagada, se sentó en su sillón, apoyó como siempre su mano derecha en aquel bastón corto de ébano con una bola de marfil arriba, fijó sus ojos de ciega en algún punto del fondo del salón y me ordenó comenzar.
 
-Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de 20 casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo…
 
Justo en ese punto, la abuela dio un golpe seco con su bastón en el suelo, un golpe impropio de sus ya pocas fuerzas, y exclamó: 
-No sigas, hijo. Está muy bien escrita, pero es profundamente inmoral.
 
A la abuela Ifigenia, tan religiosa, le había sorprendido, para mal, esa especie de comienzo del mundo sin un dios creador. A mí lo que me había subyugado era eso de que «muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo…». Las palabras aún se estaban formando, el léxico aún no estaba completo; al mundo, a la vida y al hombre les faltaba una parte fundamental de su esencia.
 
A la lengua nos dedicamos en Archiletras. A estudiarla, a escrutarla, a explorarla, a sondearla. A mirar y contar sobre su origen, sobre su evolución, sobre sus usos. Cuando comenzamos a hacerlo, éramos una especie de bichos raros. Ahora ya no estamos solos.
 
Hoy los medios de comunicación se han llenado de artículos sobre lengua, de análisis, de reportajes, de comentarios, de glosas, de sinónimos y antónimos, de selecciones de palabras del año, y palabras del mes, y palabras de la semana, y palabras del día… ¡No solo los medios! ¡La economía, la política, la sociedad… la vida toda! Todo es lengua, todo acaba en semántica, en léxicos, en comunicación, en relato. Buena parte del debate público es un debate lingüístico o léxico. Pero no por anécdota. ¡Por categoría! Que si crecimiento, estancamiento o recesión; que si violencia machista o violencia intrafamiliar. Que si todos, o todos y todas, o todes. Que si existe el sanchismo y si hay o no hay que
derogarlo.
 
Por cierto. En el número 1 de Archiletras, que se publicó hace casi cinco años, en octubre de 2018, llevábamos un largo reportaje titulado Diccionario del lenguaje político español desde el final de la dictadura hasta hoy, obra del periodista Carlos Santos, metido a lexicógrafo por encargo mío. Era un diccionario de casi doscientos términos, y entre ellos estaban ‘pedrismo’ y ‘sanchismo’.
 
La lengua, en definitiva, ocupa hoy en los medios y en la vida en general, un lugar central, estelar. Nada tiene ello de raro. Como os dije el año pasado, en este mismo acto, «el lenguaje no es un invento del hombre. Es más bien al revés. El hombre es un invento del lenguaje. El lenguaje crea al hombre. Es el lenguaje, ese sistema de comunicación complejo y estructurado, lo que nos da la condición humana, lo que nos convierte en una especie elegida». Fin de la autocita.
 
Como el año pasado, hoy estamos aquí para reconocer, distinguir, celebrar y homenajear a personas, colectivos, entidades o instituciones que se han significado por sus méritos en la promoción, apoyo, investigación, desarrollo, etc., de la lengua española o de algunas de las otras lenguas en contacto con el español.
 
A todos los que habéis presentado candidaturas, a los 36 que habéis logrado ser finalistas, a los ganadores que vamos a conocer en unos minutos, nuestra enhorabuena, la de todo el equipo archiletrero, y nuestro agradecimiento.
 
Nuestro agradecimiento, también, a Su Majestad el Rey, que ha aceptado la Presidencia de Honor de estos Premios.
 
A los miembros del jurado, que han trabajado intensamente.
 
A las empresas e instituciones que apoyan de modo permanente el proyecto Archiletras en su conjunto, y a las que nos han apoyado para que esta segunda edición de los premios fuera posible: Inditex, Caixabank y Google, como patrocinadores; Telefónica, Iberia, Clece, Grupo MásMóvil, Enclaro y Ateneo de Madrid como colaboradores; y Renfe, Mahou San Miguel y Casa de América. Y a OJD, empresa auditora de este evento.
 
Nuestro agradecimiento, en fin, a todos los que habéis venido aquí hoy a acompañarnos, en este caluroso día de junio. Desde altos cargos de las administraciones públicas a lectores y suscriptores de a pie de Archiletras.
 
Gracias.
 
«Texto integro de la intervención de Arsenio Escolar, fundador de Archiletras y presidente del jurado, en la ceremonia de entrega de los Premios Archiletras de la Lengua 2023»

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