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30 Jun 2021
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Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

Secretos y mentiras del lenguaje corporativo

Escóndete si quieres en el maletero de mi taxi y escucha las charlas que se gastan los usuarios corporativos porque son de no creer: mayoritariamente hombres y valedores de un uso del lenguaje, digamos, peculiar.

Empezaré advirtiéndote que los usuarios corporativos son, en sí mismos, una especie aparte: traje de chaqueta y corbata, corte de pelo de hace horas, rictus serio, espalda recta y un tono de voz que podría definirse, igualmente, de «corporativo». Porque engolan la voz, o al menos hablan por teléfono un par de notas más graves que en cualquier conversación ordinaria. Usan, por supuesto, palabras en inglés (el 99% de ellas tienen su correspondiente en castellano, pero de algún modo tienen que justificar sus másteres y posgrados). Rezuman cordialidad, pero con trazas de intentar venderte algo a un alto nivel. En lo antropológico son robots que no llaman la atención, porque suelen comunicarse con otros robots.

Sólo si el interlocutor es conocido, preguntan brevemente por su familia, o por los planes de fin de semana (esquí en invierno, barquito o islas en verano)  pero nunca son el motivo troncal de la llamada, sino una transición cordial hacia la enjundia que vendrá después. En cualquiera de los casos, he notado ciertas diferencias entre el corporativo novato («junior», dirían ellos) y el veterano (o «senior»). Mientras los primeros no son capaces de cambiar el rictus de una llamada telefónica a otra, los duchos en la materia saltan de lo cordial a lo serio con suma maestría, incluso dentro de una misma charla con un mismo interlocutor.

Amplío esto último: en mi taxi he visto a novatos de la corbata despedirse de sus esposas con un «saludos cordiales», y a veteranos alternando una importante venta de acciones con comentarios obscenos y en tiempo real del escote o el «colosal trasero» de una transeúnte. Aunque sólo unos pocos, tal vez los más duchos en la materia, hablan por igual y en el mismo tono a todo el mundo; con independencia de que sea el propio taxista, su abogado, el consejero delegado de su empresa, o su amante.

Como toma de contacto no está mal, ¿no crees? Ya puedes salir del maletero. O quédate un rato más si quieres, o si te aguanta el oxígeno. En estos momentos se está acercando a mi taxi una mujer de unos ochenta años. Lleva consigo una jaula con un periquito. Podría parecer un cambio brusco de perfil, pero no lo es tanto.

Lo digo por el pájaro y la jaula.