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28 Jun 2021
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Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

Outro lugar

Cuando tienes la cabeza en otra parte, tu lenguaje interior se reduce al espacio acústico de un bunker sin ventanas. Te habla la gente, pero no oyes nada (o si oyes, no escuchas). Y todo lo de fuera, aunque puedas tocarlo, se convierte en un país extranjero.

Me sucede en mi taxi con preocupante frecuencia. Tengo muchas novelas pendientes de escribir, y a menudo las tramas no me dejan ver la calle, ni escuchar el mapa de sonidos de la calle. Los usuarios me hablan y yo no estoy, y acaso si advierto sus ganas de conversación suelto un «¿perdone? ¿qué decía?» y suelen repetirme lo mismo pero en voz más alta. El ensimismamiento suele interpretarse en clave de sordera aunque después, cuando regresas al mundo palpable y entonces te zambulles en la charla, el otro continúa hablando muy alto por vergüenza, quizás, de haber interpretado mal tus mermas auditivas. Llegados a este punto se voltean los roles: el presunto sordo ahora es él, y ambos interpretamos ese juego hasta el final del trayecto.

Algo bueno de «no estar» es que no sucede nunca nada. Te aíslas, digamos, del común de los problemas. Y hacerlo mientras conduces un taxi en un entorno de más de 6 millones de habitantes, quieras o no, es una gran ventaja. Sólo se convierte en problema cuando el que te toca el claxon es la policía y no te enteras, pero es algo residual. Apenas me ha sucedido un par de veces.

O cinco.

Aunque ese lenguaje interior, cuando es potente y se desboca (preciosa palabra y muy a cuento), puede llegar a ser molesto si bien no se doma convenientemente. Hay que centrarlo en un solo carril del entendimiento, y no es tarea fácil. He llegado a escuchar la voz de «ella» (sin cuerpo; sólo una idea en femenino), y os juro haber sentido auténticos flechazos.

¿Puede alguien mentalmente sano enamorarse de un concepto recreado en su propia cabeza? La respuesta es sí. Y en tal caso, ¿podría considerarse, si estás casado, una infidelidad? La respuesta, al menos en términos jurídicos, es no.

En resumen, todo bien.