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Archiletras

20 Nov 2020
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Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

Revivir del cuento

Hoy luce el sol y las ganas llegaron para quedarse. Aunque es muy dura la vida del escritor, me explico: tienes que confiar siempre en lo que haces, y eso a veces es jodido.

Hay altibajos, por supuesto que sí. Y más en estos tiempos raros de confinamientos intermitentes e incertidumbre a raudales. El taxi, mi otra actividad (que alimenta a su vez mis escritos), está herido de muerte, y sin embargo los larguísimos tiempos de espera en las paradas me está permitiendo escribir más que nunca. Quiero decir que no hay mal que por bien no venga y que, tal vez, ojalá, por culpa de esta crisis de enormes dimensiones, consiga culminar mi sueño de vivir del cuento a tiempo completo. Ya conté en un extenso artículo para el número 8 de la revista Archiletras en papel que llevo unos años escribiendo novelas con distintos pseudónimos (para despegarme de mí mismo y escribir ajeno a las ataduras de mi propio nombre) y que, añado ahora, los personajes que voy creando salen, casi en exclusiva, del asiento trasero de mi taxi. Son usuarios que, por un motivo u otro, van llamando mi atención hasta el punto de acabar construyendo e incluyendo sus perfiles en mis novelas a raíz de los pocos datos que manejo de ellos. A veces apenas es un rostro, o un tono de voz, o el origen o el destino del trayecto lo que me lanza el dardo preciso para incluirlos. De hecho, hace un par de años, una usuaria cuyo trayecto apenas duró diez minutos, llegó a ser protagonista de una de esas novelas. Sería interesante conocer la reacción de aquella chica en cuestión después de saberse protagonizando la trama de un libro que se vendió bastante bien: que lo acabara leyendo, por azar, y se viera ciertamente reconocida.

Y me gusta eso. Todos, en cierto modo, nos hemos visto reconocidos en algunos de los personajes de las novelas que leemos, y ese es el primer aspecto que engancha al lector. Pero ser el protagonista real aun sin saberlo le dota al texto de un morbo difícilmente superable. Y tal vez, si algún día coincidimos en mi taxi para llevarte al trabajo o al dentista o de copas, el próximo (o la próxima) protagonista de otra nueva novela seas precisamente tú. Te espero.