PATROCINADORES
INSTITUCIONES
Junta castilla
jcm

Archiletras

15 Sep 2020
Compartir

Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

¿Quieres ganar un millón de euros?

«…y así fue como conseguí ganar mi primer millón de euros. Venga, te dejo, que tengo que darle indicaciones al taxista».

Por un momento pensé que su intención era indicarme el modo de ganar un millón de euros. Pero no. Se refería a una calle. Quería indicarme una maldita calle (la delegación de Hacienda de Guzmán el Bueno, para más señas). ¿Era necesario dar por zanjada una interesantísima conversación telefónica para decirme eso? Podría haber interrumpido un momento su charla para decirme «Buenos días, a la delegación de Hacienda de Guzmán el Bueno, por favor» y haber continuado ahondando en los detalles. Y, en tal caso, yo ahora tendría las claves pertinentes para ser millonario. Pero lejos de mostrarme indignado, traté de hablar con él por la vía del optimismo.

—Bonito día, ¿no cree?

—Psí.

El tipo no parecía estar dispuesto a soltar prenda. Pero insistí:

—¿Continuamos por Bravo Murillo o prefiere atajar callejeando por Alvarado para evitar semáforos?

Mi pregunta no fue casual. Lo del atajo y los semáforos era mi forma de lanzarle una especie de gancho metafórico con la idea de acabar hablando de la conveniencia de tomar atajos en la vida para alcanzar tus objetivos.

—Vaya por donde quiera. No tengo prisa.

Claro, pensé. Si yo tuviera un millón de euros, tampoco tendría prisa.

En el último tramo del trayecto, ya en silencio, me dio por pensar en todos esos gurús capaces de vender ingentes cantidades de libros destapando sus claves para ser millonario (o incluso para ser feliz). Aunque, claro, si su principal consejo pasa obligatoriamente por comprar su libro, con 100.000 copias vendidas ya habría logrado el objetivo. Sería una especie de metaconsejo: para ayudarte, ayúdame a ayudarte y verás cómo al menos yo lo consigo. Y, supongo, que con los consejos para ser feliz sucederá algo parecido. Si venden muchos libros, la tristeza, con dinero, es menos triste.

Al rato llegamos a su destino:

—¿Qué le debo? —me preguntó.

—9,95€.

Me tendió un billete de 50, le devolví primero dos billetes de 20 y el tipo esperó pacientemente a que yo buscara en mi monedero los cinco céntimos restantes. Ese podría ser otro buen consejo: ahorrando en propinas, céntimo a céntimo, tendrás más dinero.