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11 Sep 2020
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Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

Ventajas del 902

Mi relación con los 902 (servicios telefónicos de tarificación especial) es errática. Transcurre entre la fascinación y el desespero. Fascinación desde un punto de vista lingüístico. Desesperante por todo lo demás.

Centrémonos en lo lingüístico. No conozco método mejor, más efectivo, para probar nuestra capacidad de síntesis. Cuando la exposición de tu consulta o queja depende de un contador monetario realmente caro, buscamos a la fuerza el resumen más conciso: reducimos las palabras a su mínima expresión arrancando las florituras, lo superfluo, hasta quedarnos con un esqueleto lo más raquítico posible: «No me va el ADSL». Sería un buen ejercicio para cualquier estudiante de literatura: resumir un texto tarificando la exposición a euro con veinte el minuto. Imaginen, en cambio, encontrarte aburrido en casa y llamar para exponer la misma incidencia, pero sin coste alguno: «Pues mire, estaba intentando conectarme al YouTube porque a mi hija le encanta una youtuber argentina, creo que se llama Lara, y el caso es que al darle a la pestaña se me quedó así como pensando, girando el circulito todo el rato, y entonces revisé el router, que lo tenemos justo debajo de la tele, y en lugar de la luz verde esa que parpadea, había otra en rojo pero fija, ya sabe. Así que pensé que seguramente sería el router, por eso le llamo, ¿usted qué opina?»

Por otra parte, hablarle a una máquina nos lleva a limar nuestra dicción. Hablamos más claro y conciso que en ningún otro escenario: «Da-ni-el Dí-az. De-ene-i nú-me-ro cua-tro, sie-te…». Sería un buen modo de aprender idiomas esto de comunicarnos a través de máquinas. Si escuchara las locuciones del 902 de otros países, sin duda me resultaría más fácil entender lo que dicen. Súmenle a esto Siri, Alexia, y demás asistentes virtuales. Me consta una creciente demanda laboral de lingüistas dedicados a afinar las comunicaciones entre los asistentes virtuales y el público en general, trabajando los distintos acentos, expresiones, etcétera, de una misma lengua. Es un campo realmente interesante y, como digo, en alza. Supongo que en algún momento no hará falta forzarnos tanto con la dicción y hablaremos con suma naturalidad, relajando imperfecciones, igual que hablamos con un amigo. «Siri, ejque no te escucho guay, súbelo, anda», y el asistente potenciará el volumen sin chistar. Será un retroceso en la pureza del lenguaje, pero un acercamiento en lo de darle caracteres humanos a las máquinas.

Yo, por el momento, seguiré vocalizando hasta el delirio y resumiendo mis demandas/quejas, como si la vida me fuera en ello.  O mientras sigan cobrando a uno con veinte el minuto.