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26 Mar 2019
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Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

Peces de ciudad

Pudiera ser que un poema hecho canción se anudara en la garganta de esa chica.

Iba yo y mi taxi libre cantando a dúo esa de Sabina, Peces de Ciudad, que en esencia dice mucho más si la escuchas conduciendo en modo aleatorio (tomando calles al azar, sin rumbo fijo) y el caso es que, justo al llegar al estribillo, giré a la derecha por la calle Pez y a las puertas de un pequeño hotel me topé con ella, cabello ondulado, rasgos de sirena, erguida como un espeto, con dos maletones a sus pies y el brazo en alto al ver mi taxi libre. Y claro, yo frené a su altura y bajé del taxi para cargar las maletas, y fue todo tan rápido que olvidé bajar el volumen de la música (bastante alta, lo reconozco). Y de esta guisa, con mi puerta abierta y el maletero abierto y yo cargando las maletas, el ambiente en derredor se percató de la voz rota de Joaquín: “Por mis sueños va ligero de equipaje / sobre un cascarón de nuez / mi corazón de viaje / luciendo los tatuajes / de un pasado bucanero / de un velero al abordaje / de un no te quiero querer”.    

Y al meter ya las maletas y cerrar ella su puerta y yo la mía, justo en ese hermético instante, arranqué el taxi al tiempo que arrancaba también la mejor parte (“Y cómo huir cuando no quedan islas para naufragar / al país donde los sabios se retiran / del agravio de buscar / labios que sacan de quicio / mentiras que ganan juicios / tan sumarios que envilecen / el cristal de los acuarios / de los peces de ciudad / que mordieron el anzuelo / que bucean a ras del suelo /que no merecen nadar”). Y no fue hasta el final del último verso, un par de cientos de metros después de iniciar la marcha, cuando ella dijo «Guau… qué momento, pibe. Esto… al aeropuerto, terminal 1».

Era argentina, me dijo, aunque no hubiera hecho falta. Y entonces, entrados ya en materia, me dio por recitar en alto la última estrofa del poema «Dentro de un tiempito»: «Hincha del Boca, de boca que bese / Del Boca que empataba los partidos / que daban nuestras bocas por perdidos».

—Soy del River, boludo.

Y ahí acabó todo.