PATROCINADORES
INSTITUCIONES
Junta castilla
jcm

Archiletras

22 Feb 2019
Compartir

Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

Mr. Hyde al volante

He visto rostros angelicales soltando exabruptos con los ojos casi fuera de sus cuencas.

Gente normalmente cabal y sosegada que se transforma al volante y saca su Mr. Hyde de no se sabe dónde. Es un desdoblamiento que a menudo se demuestra a través del lenguaje, usando palabras poco o nada habituales capaces de sorprender incluso al propio emisor.

Como ese hombre enjuto, de piel lechosa, que de súbito se cree en peligro por culpa de un despiste de otro conductor y frena, o gira brusco, y después toca el claxon al tiempo que expele racimos de insultos al contrario. Primero, por tanto, salta su instinto de supervivencia (volantazo, frenada) y, una vez a salvo, desahoga la tensión. El claxon es el BLOQUEO MAYÚSCULAS del insulto verbalizado. No se entendería el acto de tocar el pito sin adjuntar improperios a la causa. Pero resulta aún más interesante el momento posterior, cuando el contrario ya desapareció y el hombre enjuto se queda solo. Ya no grita, sólo habla para sí mismo y es fácil leerle los labios desde mi taxi “¡Será cabrón el tío! ¡Le dan el carnet a cualquiera, joder! ¡Cuánto gilipollas..!” y menea la cabeza al tiempo que busca con la mirada la aprobación de los conductores que le rodean: Me mira y yo también meneo la cabeza. Lo hago, en gran medida, para que no se sienta solo.

Pero después llega una última fase mucho más reflexiva. El tipo se calma, ya no mueve los labios ni la cabeza, pero analiza la situación. Recrea los hechos y desgrana el lenguaje empleado: Acaba de llamar “cabrón” y «gilipollas» a otro hombre. Acaba de “insultar” a un perfecto desconocido. ¿Volvería a hacerlo? Tal vez no. ¿Pudiera haberse dado el caso de bajarse del coche y llegar a las manos? Seguramente tampoco. Aunque podría haber sucedido. Y es entonces, sólo entonces, cuando aflora en él un incómodo sentimiento de culpa. Y o bien, se recrea en su propio fango, o cambia rápido de tema mental, o sube el volumen de la música. Una música que acalle su voz interior e invite urgente al Doctor Jekyll a entrar en escena.