PATROCINADORES
INSTITUCIONES
Junta castilla
jcm

Archiletras

12 Jun 2020
Compartir

Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

Masa madre

A duras penas conseguí terminar el primer borrador de una novela que empecé a escribir aquí, en mi primer día de confinamiento. 122.113 palabras, nada menos. Vale, bien, pero… ¿y ahora, qué?

Por cierto: la última palabra, como marca la tradición, la escribí sentado en el asiento del copiloto de mi mismo taxi y en mi parada de taxis de referencia (calle Barceló, junto al metro de Tribunal). Pero aquel FIN no es el final exactamente, sino el inicio de una nueva etapa más bien ardua: el verdadero trabajo de chapa y pintura comienza ahora. Hasta el momento, digamos, he parido una masa informe con exoesqueleto y algo parecido a piernas y brazos, pero fea de narices. Lo que toca ahora es cincelar, lijar, suavizar las aristas, tapar las costuras y observar el resultado desde el mayor número de perspectivas posible. De cerca, de lejos, de soslayo o incluso boca abajo.

Lo primero que haré, por mi parte, será oxigenarme y macerar el tocho en un cajón con siete llaves hasta olvidarme de él y perder por completo el fortísimo vínculo que hoy nos une. Que fermente (cual masa madre) mientras yo me dedico al proyecto siguiente (lo de escribir es una enfermedad congénita; no hay descanso). Pasado un tiempo prudencial, tendré que releerme con los ojos limpios y a ser posible «mirada de lector». Me sucede a menudo, cuando releo viejos textos, que o bien me horripilan y me chirrían algunas, bastantes, palabras, o incluso el relato en su conjunto (los más), o me encantan y no sería capaz de cambiar una sola letra (los menos). La idea con esta novela es conseguir esto último, para lo cual serán precisas fuertes dosis de tiempo, paciencia y objetividad lectora. Si bien es cierto que no es posible crear la novela perfecta (sin fallos, sin mácula), no es menos cierto que has de saber finiquitarla en el momento exacto. Para mí, lo óptimo serían dos borradores completos y una tercera lectura para corregir las galeradas. Y que entre un borrador y el siguiente medie un mes como mínimo. No hay nada de ciencia en esto, pero al menos a mí me funciona. Y añado: si el segundo borrador puedes pasárselo a alguien de confianza para que lo lea y te sugiera errores, mucho mejor.

De modo que a mediados de julio retomaré la novela a ver qué me encuentro. Abandonar a un hijo durante un mes o más no es tan malo si ese hijo todavía es bastardo y un poco tonto y deforme y ni siquiera respira (entiéndase el sentido figurado).

¿Que cuándo se podrá leer? La respuesta exacta y más aproximada es: y yo qué sé. En cualquier caso y como viene siendo habitual, seguiremos informando.