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09 Jun 2020
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Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

Fase tres

He bajado al barro por primera vez en meses, escribiendo en la calle, en la parada de taxis de Barceló, dentro de mi taxi, sentado en el asiento del copiloto, con el portátil sobre mis piernas. Y traigo un diálogo fresquísimo.

Un diálogo que he de transcribir tan urgente como ha de beberse un zumo de naranja natural: antes de perder las vitaminas. Sucedió hace exactamente tres minutos, en un trayecto corto. Eran dos chicos de veintipocos años y un uso del lenguaje que llamó poderosamente mi atención. Escuchen:

—¿Y esa mascarilla de estampado floral? ¿La hizo tu madre?

—La tuya. Usó tus calzoncillos.

—Inspira fuerte pues. Siente mis nalgas.

—Hablando de nalgas, ¿novedades con Nadia?

—Uf, Nadia. Es de género blanco, tío. Blanquísima. Hablar con ella es como ir de oyente a segundo de la ESO.

—¿No conoce la maldad?

—Piensa que la madre de Bambi murió de vieja.

—Y que la guerra de Vietnam fue un videojuego.

—Touché.

—De sexo, entonces, ni hablar hasta después de nupcias.

—Hubo avances sobre el terreno, muchacho. El sábado, en casa de Esther y en la misma cama donde falleció su padre, se abandonó a mi suerte.

—¿Te dio su flor?

—No llegamos a tanto. Rocé un par de pétalos, ya sabes. La táctica de la avispa. Pero ella se mantuvo estoica, en modo avión.

—¿Con los ojos entornados?

—Supongo que sí. Yo los cierro siempre. Pero escucha, me dijo algo que me borró de un plumazo el asterisco del culo.

—Suelta.

—Fue palpar sostén y me soltó a bocajarro: «No vayas tan rápido, Bosco. Esperemos por lo menos a la fase 3».

—Mientes.

—Júrolo, drugo. Esperemos a la fase 3 me dijo. Y claro está, ahora cada vez que veo en rueda de prensa a Fernando Simón, hiperventilo.

—Te imagino coreando a la tele: ¡Fa-se tres!, ¡fa-se tres!

—Con banderín y todo.

—¡Párenos aquí! Mira, mesa libre. ¿Hace un zumito de cebada?

—¿Hace respirar?

—Tú invitas a las birras, yo al taxi.

—¿Desde cuándo soy tu plusvalía?

—Lol.

(Me paga acercando su smartwatch al datáfono).

—¡Adiosito, jefe! ¡Larga vida!