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28 Feb 2020
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Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

Lo siento, chicos: el tamaño sí importa

Cuando el contenido es realmente bueno, el formato no importa. Las mejores historias las he leído en un espejo retrovisor de apenas 25×6 cms.

Lo malo es que el espejo retrovisor de mi taxi hace también las veces de taxímetro. Maravillas de la ciencia: Aparece sobreimpreso, en el margen izquierdo del mismo, el importe a pagar (en euros). De modo que a veces resulta rarísimo leer, por ejemplo, los ojos pardos de una usuaria ensimismada, y que aparezca 4,35€ justo encima de su ojo izquierdo, y al siguiente parpadeo 4,40€, y así en lo sucesivo y a intervalos de cinco céntimos hasta que detengo el contador al llegar a su destino. Parece, por así decirlo, que la lectura lleva implícita un precio ascendente y de obligado visionado. O, como en esas webs piratas de descargas de libros, con su marca de agua en cada página (dicen, se comenta; yo nunca he descargado libros piratas ni volvería a hacerlo).

Obviamente todos tenemos un formato predilecto. En mi caso, prefiero de lejos la lectura en papel. Aunque parezca fútil mi argumento, sinceramente creo que un texto, ya sea de ficción o no, gana en credibilidad y en seriedad cuando se presenta impreso. Quiero decir, que no todo el mundo puede publicar en papel, hay un filtro de calidad ahí (aunque no siempre se cumple, lo sé, y a veces pareciera que publica cualquiera), y este hecho en sí mismo y la inmortalidad que sugiere ya le dota de cierta aura de la que carece cualquier otro texto en formato pantalla. Incluso el mismo texto, en ambos formatos, para mí gana puntos si lo leo en papel. Las pantallas me ofrecen una visión, digamos, más tramposa, como si fueran más susceptibles de ser manipuladas, más efímeras.

O qué decir del tamaño de la letra. Al rato te acostumbras, pero es horrible leer, normalmente en rústica, novelas o poemarios cuya extensión en páginas se engorda (y por tanto, encarece el producto) gracias a unas letras del tamaño de aceitunas. Y es también un crimen, aunque a la inversa, el cometido por ciertos formatos de bolsillo donde la letra compite en tamaño con las chinches. Te dejas los ojos, y es la única ventaja de los textos en pantalla, donde puedes variar el tamaño y la fuente de la letra a tu interés. Y otra ventaja de los nuevos formatos podría ser también el ahorro de espacio. Parece de locos, pero caben miles de libros en un dispositivo del tamaño de uno solo. Aunque me reconozco contrariado a este respecto: soy de los que piensa que el saber, al contrario que el dicho, debe ocupar un lugar físico y preferente en nuestras vidas.