PATROCINADORES
INSTITUCIONES
Junta castilla
jcm

Archiletras

25 Feb 2020
Compartir

Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

Celos

Pocas palabras son equiparables al torrente de emociones, miradas incómodas y tontimientos irracionales que suscita en mi taxi, como en la vida, la palabra «celos».

Celos (el plural no es casual), es una de esas palabras que evocan irreversiblemente la bicha del pensamiento irracional y, debido a esto, no es en absoluto fácil de digerir. Incomoda hablar de ello o escucharlo porque forma parte insustancial de la madeja más profunda del ser humano, retrotrayéndonos a la más tierna infancia y, en consecuencia, a ese santo Grial que es el cariño compartido de los padres. No hay, por tanto, demasiada diferencia entre los celos de dos o más hermanos y los celos de pareja. Todos basan su bilis en la comparación que subyace a la lucha de egos.

Mario, veintitantos años, habla por teléfono en mi taxi con su amigo «Bro» (de «brother», del inglés «hermano», supongo). Le dice que anoche su novia Bet (¿?) habló unos instantes con el ex de ella, el cual se le acercó a la barra mientras Bet pedía una copa. Apareció por detrás, le dio unos toquecitos en el hombro, Bet se volteó y al verle no pudo evitar una inmensa cara de asombro, como quien se encuentra con alguien que creía muerto. Tardó un par de segundos en recomponerse y darle dos besos. Luego pasaron varios segundos más hasta que Bet se recompuso y buscó con la mirada a su novio Mario, que en esos instantes se encontraba en la otra punta del local actuando «como si nada». Pero Mario le dice a Bro por teléfono que aquella imagen le «incendió por dentro». La expresión me pareció de lo más acertada. Sin embargo, Mario optó por aparentar no sentir nada al respecto y seguir jugando a la normalidad, obviando la imagen del rostro de Bet, ciertamente afectada por la presencia inesperada de su ex. Mario ahora sabe que esa reacción de ella demuestra que aún no ha superado su ruptura con su ex, y que, por tanto, Bet no está volcada en Mario del mismo modo que Mario sopla los vientos por ella.

Todo esto, como digo, se lo cuenta Mario al tal Bro por teléfono, y puede que ese bro (-ther) pudiera tratarse en realidad de su hermano carnal, con las consiguientes e inevitables escenas de celos vividas entre ambos en un pasado ya resuelto, cerrando así una especie de círculo cuyos efectos son, en esencia, los mismos aunque el interlocutor ahora pase de víctima (o verdugo) a confidente. O tal vez no.