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27 Jul 2021
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Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

Huir de ti para quedarme conmigo

Llegó el momento de confesaros que, en lo taxial, llevo de bajona mucho tiempo. Amo mi taxi, pero el lobby feroz de Uber resultó insaciable, y en su naturaleza está el no detenerse hasta engullirlo todo. Y el día que esto suceda, prefiero estar lejos.

De modo que me planto. No aguanto más, lo siento. Lo dejo. Dejo el taxi, dejo Madrid y marcho a Valencia, a una casita muy cerca del mar. Mi taxi seguirá siendo mi taxi (no puedo desprenderme de él, son muchos vínculos); pero ahora se ocupará de conducirlo un buen amigo: sé que estará en buenas manos. Seguiré con ese apéndice en Madrid para que, de vez en cuando, pueda permitirme el lujazo de darme unas vueltas y sentirme taxista por un rato. Barrunto un síndrome de abstinencia brutal, y quiero tener mi chute a mano y tener la opción de ser turista en Madrid y taxista en Madrid al mismo tiempo.

Ahora viene lo bueno, la segunda parte: dedicaré todo mi tiempo a la escritura. Haré propio el españolísimo refrán «no hay mal que por bien no venga». Seguiré escribiendo novelas bajo pseudónimo, pero también publicaré artículos, novelas y cuentos con mi firma, y tengo intención de retomar mis redes sociales del modo más constructivo posible. Echando la vista atrás, en estos últimos trece años, he acumulado demasiadas anécdotas y vivencias taxiales que necesito volcar con la calma de la brisa del mar Mediterraneo. Porque gracias al taxi he aprendido a meterme en los zapatos de la gente (aunque a veces aprieten), a interpretar miradas (espejo retrovisor mediante), y a inventarme los subtítulos del silencio compartido. Pero sobre todo y por encima de todo, he aprendido que la felicidad, cuando no llega o llega a ráfagas y pasa de largo, hay que salir a buscarla. No importa cuándo; no importa dónde.

Este blog seguirá abierto si dios* quiere [(*): Arsenio Escolar]. Porque estar sin Madrid y sin taxis no significa estar sin sintaxis ni sin ciudad (ahora es Valencia y tengo muchas ganas de contaros mis progresos). Y digo más: ya no habrá lastres que impidan volcarme de lleno en esto de escribir porque el taxi, en los últimos tiempos, llegó a convertirse en un nubarrón negro perpetuamente enquistado en mi cabeza. Hasta el punto de notar que ya no escribo con la frescura de antes, y sé que es por culpa del desgaste psicológico que implicaba luchar contra monstruos más poderosos que yo (léase Uber). Valga otro par de refranes para entenderlo mejor: «Muerto el perro, se acabó la rabia» y «Una retirada a tiempo es una victoria».

Adiós, Madrid. Me retiro a la tierra de Millás, de Blasco Ibáñez, de Azorín. A la tierra de Manuel Vicent, a la tierra de Chirves, a la canción de Serrat.

(Este blog y este escritor con alma de taxista seguirán abiertos por vacaciones).