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03 Nov 2022
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Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

Ella al desnudo (+18)

Me obsesiona la carne y más aún la presunción de carne detrás de una tela e imaginarla tersa, desesperadamente suave e hidratada en el asiento trasero de mi taxi.

Soy voyeur profesional, no me escondo. No me escondo en admitirlo, quiero decir. Disfruto observando e intuyendo desnudos que luego tapo con palabras. A veces la literatura es el arte de vestir y desnudar cuerpos, según convenga. Cuerpos que a veces se desnudan a través de la mirada, espejo retrovisor mediante. Observo unos ojos y esas pupilas me absorben como agujeros negros, adentrándome en su cuerpo. Y buceo. Y deslizo mis globos oculares por el tobogán de sus pechos, como canicas gordas y frías. El pezón siempre es un tope, un corchete en lo alto de la duna vertical, y me aferro a él a lo Indiana Jones para no caerme en el abismo de un vientre lejano. Imagino ombligos, imagino pubis, imagino muslos. La carne comprimida al cruzar las piernas. Adoro las piernas cruzadas como negando el aire y un cartel: coto privado de caza. Adoro la privacidad, adoro el decoro, las normas y ese código implícito que impide tocar sin el consentimiento de la otra parte. Os juro que ese código me da la vida. Sé que no podré tocar, y no toco. Sé que habré de respetar, y respeto. No comento, no incito nunca a nada, sólo imagino en silencio. A veces hablamos del tiempo, o del carril bici, o del mercado laboral, pero esa charla siempre se produce en un segundo plano. Soy realmente bueno hablando en piloto automático mientras imagino mirando a los ojos de mi interlocutora. Hablar, en realidad, es una excusa para mirar a los ojos y adentrarme en su piel. Y no hay nada de malo en esto.

El espejo retrovisor apenas refleja el límite del rostro y el cuello. Lo demás responde al típico juego de niños: dibujarle un cuerpo a ese rostro. Sombrear contornos primero desnudos y vestirlos después. La desnudez es mucho más hermosa cuando se intuye o se imagina. Y todas las mujeres son perfectas si el pincel es amable. Los hombros, la curva de las caderas, los gemelos. Las axilas sirven para cobijarme del frío. (Realmente, la mujer siempre ha sido el sexo fuerte y el hombre el sexo débil. Los bajos instintos nos hicieron, hacen y harán perder todas las guerras).

Por no hablar de la humedad en los cuerpos. La humedad es otro post. Otro libro. Otra enciclopedia. Tal vez mañana.