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10 Nov 2022
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Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

Formas extremas de crear personajes para mi próxima novela

Necesitaba tramas para mi próxima novela y tenía un arma poderosísima: mi taxi. Y en un arranque de desesperación hice algo que pensé que nunca me atrevería a hacer.

En el asiento trasero de mi taxi viajaba una mujer de unos treinta años atenta a su móvil. Giré a la izquierda. Por la acera paseaba una pareja de la mano, que se detuvo en un semáforo. En esto el chico (mulato, alto y guapo) besó en la boca a la mujer y se me encendió la luz:

—¡No puede ser! ¡Es mi mujer! —dije nervioso.

—¿Qué? ¿Quién? — dijo la usuaria de mi taxi, levantando sorprendida la mirada del móvil.

—¡Esa de ahí! ¡Dios santo! ¡Está con otro!

—No me fastidies…

—Joder que sí.

—¿La chica de azul del semáforo?

—Sí, sí… hostiás qué fuerte.

—No me lo puedo creer… Uff —soltó ella, apurada.

—¿¡Qué hago!? ¿¡Paro y le digo algo!?

—Buff, no sé qué decirte… Podría armarse una buena… ¿Pero es tu mujer… MUJER? ¿Estáis casados?

—Sí, con dos hijos. Llevamos siete años juntos. ¡Es que no me lo puedo creer!

—¿Y conoces al chico de algo?

—No. De nada.

—Vaya palo. Lo siento mucho.

—¿Y qué se supone que debería hacer yo ahora? Ponte en mi lugar…

—Sí, sí. Me hago cargo del putadón. No sé… ¿La quieres mucho?

—¿Qué pregunta es esa? ¡Pues claro!

—¿Y estabais bien?

—Pues… hasta este mismo instante yo pensaba que sí.

—Lo siento, pero algo así yo no lo podría olvidar. Las traiciones, la doble vida… Deberías hablar con ella.

—Se me acaba de derrumbar el mundo. Te lo juro —dije echándome las manos a la cabeza.

—No me extraña. Es un palo enorme.

—¿Me separo?

—Es algo muy personal.

—¿Y los niños?

—Ese suele ser el principal problema.

—¿Tú qué harías?

—Yo es que soy muy fría y muy tajante para estas cosas. Si por mí fuera, hoy mismo haría la maleta y me iría de casa.

—Vale, pero ¿a dónde? No tengo dónde ir.

—Pues mira, precisamente el finde pasado se me fue una de mis compañeras de piso y se quedó libre una habitación. Está por Campanar, 300 euros. Si te interesa…

—Hostiás, no sé… En estos momentos no puedo pensar…

No sé bien dónde pretendía yo llegar con este asunto. Por el momento, había conseguido la dirección y el número de teléfono de un proyecto de personaje y una habitación en su misma casa. El caso es que veo un filón literario en esto. Uno MUY grande.