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03 Abr 2020
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Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

Diario de un escritor en cuarentena (Día 22)

Muchos de los personajes que aparecen en mi novela fueron extraídos del asiento trasero de mi taxi, de cuando yo conducía un taxi. Antes del confinamiento.

No los buscaba. Venían a mí. Tenían algo, detalles concretos que merecían ser reconvertidos al lenguaje literario. A veces era una simple mirada a través del espejo retrovisor la que encendía la mecha de mi interés, y entonces ya prestaba una atención más específica, y anotaba después las conclusiones: Su origen y destino (¿en qué zona vive?, ¿dónde trabaja?, su ropa, rasgos de su rostro reseñables, su forma de hablar, su timbre de voz…). Eran detalles básicos que me ayudaban a unir puntos e imaginar el resto.

Visto en perspectiva, el método resulta apasionante. Me refiero a elaborar un perfil específico (un pasado, una «historia») a partir de detalles de usuarios de mi taxi percibidos en trayectos que no suelen durar más de diez, quince minutos. En ciertos casos, iniciar una charla casual con el usuario/personaje en cuestión puede ayudar bastante. Es una especie de casting secreto, quiero decir. Me fijo en su forma de expresarse y en los matices que pudieran distinguirle del resto. En las novelas no existen los personajes planos. Todos, en mayor o menor medida, desempeñan una función (ya sea para reforzar la trama, o para mejorar la ambientación, o para servirle de espejo al personaje protagonista).

Añado que el protagonista no soy yo. O al menos, no es mi yo actual. No es mi propia vida la que estoy plasmando, sino una variante de la misma. El juego es el siguiente: ¿Qué podría haber pasado si en lugar de tomar el rumbo que define mi vida tal y como es ahora, hubiera tomado otro rumbo bien distinto? El ejercicio de introspección resultante está siendo muy duro, lo reconozco. Pero a su vez liberador.

(29.900 palabras. Aún queda muchísimo, dios santo).