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31 Mar 2020
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Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

Diario de un escritor en cuarentena (Día 19)

Nuevo y tremendo problema. Esta vez con el ritmo. Llevo más de 26.000 palabras y, aunque aún no he repasado lo ya escrito, algo me dice que voy a trompicones, como un coche viejo con fallos de carburación.

Mi merma es la siguiente: Estoy demasiado acostumbrado a escribir relatos cortos, es decir, a darlo todo en apenas quinientas palabras; mil a lo sumo. Es un formato en el que me he ido manejando con cierta soltura (cuento en mi haber con más de 1800, y  mis dos libros publicados en papel son precisamente de relatos). Si bien es cierto que también he publicado on line y por capítulos un total de cuatro novelas cortas («Sintaxis», «31 días conmigo mismo», «La extraña vida de los Gómez-Parker» y «Mucho más que todo»; buscadlas en Google. Por ahí siguen), la estructura de todas ellas siempre ha sido similar a la del relato propiamente dicho: capítulos cortos, casi independientes, que en su conjunto simulaban una trama en constante evolución y con visos de ser infinita, pero que a la postre eran ejercicios de improvisación total, sin esquema previo. Ni siquiera yo sabía qué iba a pasar en el capítulo siguiente hasta el mismo momento de escribirlo.

Sin embargo, en el caso que ahora me ocupa, la trama es una y cerrada, y los puntos de inflexión ya están perfectamente definidos y encajados en un número de capítulos también prefijados. No hay apenas margen para la improvisación y eso, si no soy capaz de remediando, podría notarse. Supongo que le falta esa chispa de antaño capaz de sorprenderme (incluso a mí) en cada nueva frase.

Y para rematar mi desazón, mi hija de 5 años me acaba de contar su último sueño:  Una sirena (del mar) embarazada participa en un concurso de cocina y de repente da a luz un pez y piensa en cocinarlo y emplatarlo para el concurso. En fin, que tengo en casa a la nueva Kafka y mientras yo, aquí, sumido en ese otro mar: el de las dudas.

(26.200 palabras. Lo sé, bajé el ritmo. Seguiremos informando).