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24 Dic 2019
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Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

Cómo crear un personaje literario desde cero

Juego mucho a esto. Moldear personajes es la mejor forma de alejarte de ti mismo.

Normalmente uso mi taxi de gancho, pero si no tienes un taxi (nadie es perfecto) puedes «buscar» tu personaje en cualquier otra parte. La cola del súper, por ejemplo, es un lugar magnífico. Observar qué productos compra te dotará de un poder incalculable. Si conoces sus hábitos de consumo podrás acceder a ciertas parcelas de su intimidad. Y si le sigues —con prudencial distancia— hasta saber dónde vive, o dónde trabaja, o qué lugares frecuenta, tu mapa mental del personaje será aún más completo. (Si lo piensas, no es tan grave seguir a alguien, o buscar en su basura para recabar información. Google lo hace constantemente y no pasa nada).

Yo, como digo, me valgo de mi taxi para tales efectos. La información que manejo es sumamente valiosa (no sólo conozco de dónde viene y adónde va; también puedo estudiar su lenguaje gestual, o incluso charlar de cualquier cosa a lo largo del trayecto, o escuchar sus conversaciones telefónicas). En cualquier caso, no es tan importante el dato real que extraes del individuo sino las múltiples lecturas que te evoca. Lo más importante es mirarle e instintivamente comenzar a interpretar cosas. Obtener estímulos. No te imaginas la cantidad de vínculos con nuestra propia psique que es capaz de evocar cualquier rostro en apariencia desconocido. Le miro a través del espejo retrovisor y «leo» cosas más allá de lo evidente. Sus motivos, por ejemplo. Me obsesiona esto: ¿Qué le lleva a este hombre a levantarse cada mañana? ¿Cuál es su «motor»? Todos, a la postre, tenemos alguna razón para no volarnos la tapa de los sesos. La inercia puede ser un buen motivo. O la incertidumbre. O el entorno. O el amor. O la venganza. Todos mis personajes literarios parten de esta misma pregunta: ¿por qué no se suicida?

A partir de aquí llegamos la parte divertida: la fantasía. Tirar del hilo real, a ver qué sale. Si el tipo llama por teléfono en mi taxi a su mujer, imagino que está hablando con su amante. De hecho, reconozco que yo también lo hago: cuando llamo a mi mujer, me gusta imaginar que es mi amante (si estás casado, te invito a que tú también lo pruebes: reaviva la llama). Algo que también hago a menudo es vincular usuarios distintos entre sí. Imaginar, por ejemplo, que el hombre que llevé al trabajo esta mañana está casado con la mujer que llevé al dentista por la tarde (padres ambos de la chica que dejé ayer por la tarde en la estación de Atocha), y que todos ellos conforman una trama. Tengo decenas de cuadernos con personajes y flechas vinculándolos: hay miles de historias ahí; infinitas opciones.

¿Que por qué lo hago? Simplemente me divierte. Y no considero que esté invadiendo la intimidad de nadie. Sólo busco convertir en ficción la realidad que me rodea. Es más, vuestra vida real (lo que hacéis, dónde vais), en el fondo, me importa un carajo.

Feliz Navidad.