PATROCINADORES
INSTITUCIONES
Junta castilla
jcm

Archiletras

30 Dic 2019
Compartir

Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

Tu lucha

Estoy leyendo el sexto y último volumen de ese terremoto autobiográfico de Karl Ove Knausgård llamado en su conjunto «Mi lucha» y se me ocurrió trasladar el debate a los usuarios de mi taxi:

¿Serías capaz de contarlo absolutamente todo, a tu manera y desde tu único punto de vista sin calibrar las consecuencias? ¿Tendrías el coraje de escribir (y publicar) todo lo que piensas de tu entorno, tu tío, tu cuñado, tus amigos, o qué ha supuesto realmente para ti la muerte de tu padre o tu vida en pareja?

Es curioso, pero la primera reacción a estas preguntas fue una sonrisa ciertamente maléfica en la mayor parte de los casos. Cada usuario de mi taxi parecía pararse a pensar en alguien concreto, clavando su vista en el infinito como quien centra la mirilla de su arco imaginario en dianas con rostros dibujados. En cierto modo se relamían pensando en aquello que dirían en concreto, como con sus dedos tensando la cuerda del arco y a punto de soltar la flecha. Y así se mantenían, por un instante, y os juro que en ese primer intervalo parecían plácidos y felices. Salivando. Pero al rato volvían a la cruda realidad. Varios me decían: «¿A cambio de qué? ¿Dinero? ¿Mucho dinero?» como si necesitaran de un estímulo potente para dar el paso.

Les decía que, a priori, no. Que el principal motivo sería liberarse, sentirse realmente libres de soltar todo el lastre acumulado. Dicho esto, algunos se bajaban del carro. «Ah, si no me aseguran un buen fajo de millones que me ayudaran a empezar de cero en otra parte, dudo mucho que lo hiciera», me dijo uno (a saber qué secretos tendría guardados aquel hombre para verse abocado a abandonar el país). Otra, sin embargo, me dijo «Uff, qué subidón. Yo lo haría gratis. A tomar por saco todo».

Lo curioso es que absolutamente todos me acabaron confesando que, si al final dieran el paso de contar su vida sin filtros, provocarían una auténtica hecatombe en su entorno más cercano. Todos, en fin, tenían opiniones personales que distaban mucho de su trato real hacia sus congéneres. Y todos, en mayor o menor medida, fantaseaban con la idea de desenmascararse; ya fuera por dinero, por salud mental, por venganza, o por alinearse con los astros (dime cuál es tu motivación y te diré quién eres…).

¿Y tú?