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02 Ene 2020
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Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

Giro inesperado

Hace unos días capturé en mi grabadora una charla delirante entre dos usuarios (treinta y tantos años ambos) en un trayecto en mi taxi entre Chamberí y el barrio de Salamanca. Atentos:

—Ayer me acordé de ti. Vi unos calcetines chulísimos.

—¿Cómo eran?

—Verde flúor, con estampaciones de perritos calientes.

—¿Dónde, en una tienda? ¿Cuál?

—Nono, se los vi a un cadáver en el arcén de la M-503 dirección Pozuelo. Iba a ver a Mara, que ahora vive por esa zona, muy cerca del centro comercial.

—Estás de coña.

—Qué va. Aunque no lo creas, Mara y yo seguimos siendo amigos.

—Me refiero a lo del cadav…

—Buah, no veas si está guapa la jodía. Por cierto, me mandó besitos para ti.

—¿En serio viste un cadáver tirado en el arcén y te fijaste en sus calcet…

—Sí. Oye, ¿sabías que Mara está saliendo con un diseñador de acuarios? Vaya tela, jajaja. Te digo yo que no duran ni tres meses. ¿Quién podría tener una relación estable con un diseñador de acuarios? Espera, ¿te apetece que comamos allí? —dice señalando un restaurante— ¿Te hace un costillar? Tengo hambre.

—(Silencio)

—Pare ahí mismo, en la esquina.

Detengo el taxi.

—Joder macho, estás pálido —le dice a su amigo al tiempo que me tiende un billete de 10.— Tome, cóbrese. ¡Feliz año nuevo!

Se bajan. El amigo sigue en silencio, aturdido.