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22 Mar 2021
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Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

Beber para creer

El hombre, achispado aunque locuaz, propuso tema: «¿Vivir para trabajar o trabajar para beber?». Apenas eran las cinco de la tarde cuando subió en mi taxi. Me había pedido llevarle de una zona de bares a otra zona de bares donde también, según me dijo, sería bien recibido.

Había terminado «la ronda» en su primera zona, me dijo. «Soy bebedor profesional», también me dijo. «Comercial de esos que comen orejas, cerveza mediante. Aunque más que comercial prefiero llamarme bebercial». Vendía seguros de vida y bebía al mismo tiempo. Su especialidad: acojonar al personal in situ, «en el lado bueno de la barra», dándole a la sin hueso hasta ablandar al parroquiano que le tocara a izquierda o derecha. Buscaba la apariencia del azar y el compadreo, pero sibilinamente escogía a un perfil concreto de potencial cliente no demasiado borracho; lo justo para creerse en el dominio de sus impulsos y ser consciente y responsable de los riesgos que conlleva un futuro no demasiado lejano. «El muy, muy borracho no quiere saber nada del mañana, ni mucho menos de seguros de vida. El ligeramente chispa de tres o cuatro vinos, sin embargo, tiende a ser bastante receptivo. Le invito a la penúltima y acaba firmando», añadió.

Llevaba consigo una carpeta llena de contratos y una ristra de bolígrafos azules. En un semáforo me enseñó varios firmados y cumplimentados («mire, en un par de horas. Tres firmas más y me voy a casa a ver el fútbol»). De su charla incisiva deduje que era un hombre sumamente convincente y con un don de palabra especial potenciado, seguramente, por la ingesta. Escuchándole pensé que deberían enseñar en las escuelas el lenguaje comercial como un género literario independiente.

Luego, cuando al fin llegamos a su destino (una zona de tascas de Carabanchel), trató in extremis de venderme un seguro.

—¿Te preocupa tu futuro? Tener un accidente, ya sabes…

—Lo siento. Todavía no he bebido lo suficiente.

—¿Y si aparcas el taxi y te invito a la penúltima?

—No, que me conozco y acabaría firmando.

—¿Y cuál es el problema?

—Que el futuro no está en mi línea editorial.

—Bien dicho, mira. Te contaré algo en confianza. Yo tampoco creo en estas mierdas.

Casualidad o no, al bajarse del taxi y salir de nuevo a la autopista, me cerró de repente un camión de siete ejes y a punto estuve de sufrir un accidente.

Y con el susto aún en el cuerpo, me fui directo a un bar, a templarme con tres (o cuatro) vinos.