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Archiletras

24 Mar 2021
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Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

Puntos de vista

Estoy con dos novelas a la vez, escribiéndolas en dos paradas de taxis distintas: según me pille más cerca una parada o la otra, escribo una novela o la otra. El azar, en cierto modo, está marcando mi ritmo de trabajo.

La primera novela es la continuación de otra que ya tengo escrita y lleva meses guardada en un cajón, igual que un revólver con el tambor cargado. Sigue escondida porque aún no me he atrevido a dar el paso y publicarla. Dice demasiado, y me cuesta decidir si estoy realmente preparado. Escribir es de valientes, sí, pero publicar no tanto (habida cuenta de lo caros que son los abogados). Y tampoco tengo asegurado el respaldo económico en ventas de Karl Ove Knausgård. En cualquier caso, escribirla me está haciendo sentir en paz con el cosmos. Me libera y estoy logrando cerrar cuentas pendientes con mi pasado (ya hablé largo y tendido acerca del proceso de aquel primer libro en una serie de posts que publiqué en Archiletras bajo el título «Diario de un escritor en cuarentena»). El lugar elegido para el proceso de escritura es la parada de taxis de la calle Barceló de Madrid, junto al metro de Tribunal. Si pasas por la zona, es posible que me veas dentro de mi taxi dándole a la tecla.

La segunda novela es diametralmente opuesta en todos los sentidos. Se trata de una ficción de corte romántico que no publicaré con mi nombre, sino a través de uno de mis pseudónimos. En este caso, la estoy escribiendo en la parada de taxis de la calle López de Hoyos, en el distrito de Hortaleza; una elección que no es casual: en ese barrio pasé los treinta primeros años de mi vida, y aún conservo un vínculo emocional enorme que me ayuda a avanzar y a seguir creando. Escribo ficción en el lugar que me ha visto crecer porque quiero creer que sigo creciendo y decreciendo al mismo tiempo; una especie de lucha entre opuestos que genera energía (y, quieras o no, funciona).

Como dije al principio, escribo en una parada o en otra (y una novela o la otra) por proximidad a los destinos de cada trayecto en mi taxi. Y el azar de esos destino determina cada día cuál de las dos novelas escribo. No soy yo; es el usuario del asiento trasero quien me guía.