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05 Abr 2019
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Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

Palabras tabú

Nunca subestimes el poder evocador que esconden las palabras. Cualquier palabra. Cualquiera. Por inocua y absurda que parezca. Atentos:

Un día cualquiera me veo en mi taxi charlando animadamente con un usuario. El tema ha derivado en las finanzas (modelos de negocio y productividad empresarial). A medida que avanzamos, me surge un ejemplo que encaja a la perfección: American Airlines, a finales de los ochenta, consiguió ahorrar 40.000 dólares anuales suprimiendo una sola aceituna en cada menú individual que ofrecía en sus vuelos. No sé si el dato es cierto o no, es lo de menos. El caso es que, nada más decir esto, veo a través del espejo que al usuario le ha cambiado de repente la cara.

—¿Le sucede algo? ¿Está usted bien? —le pregunto.

—No, no. Todo bien. Discúlpeme. No es nada.

—Está pálido.   

—Ya… es que… déjelo. No importa.

Nos quedamos callados. Al rato, el tipo carraspea y se confiesa:

—Emm… le parecerá una tontería, pero al oírle decir la palabra “aceituna” no he podido evitar pensar en un primo hermano mío, Carlos, que hace ahora dos años murió de repente, mientras comía,  atragantado por el hueso de una aceituna.

—Vaya… cuánto lo siento.

—Parece mentira que a estas alturas me cueste tanto escuchar la palabra aceituna.

—Descuide. Todos tenemos palabras tabú.  

—¿A sí? ¿Usted también? ¿Puedo preguntarle cuál es la suya?

—Uber.

—Jajaja.

(Y así fue cómo mi palabra tabú consiguió, sin embargo, arrancarle una sonrisa).