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09 Abr 2019
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Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

He venido a hablar de tu libro

Pasan los años y el mundo se vuelve más y más pequeño. Trabajo, casa, cuidar de tus hijos. La hipoteca, el recibo del gas.

No puedes evitar dejarte llevar, alienarte hasta acabar dando vueltas en el rodillo de hámster de la cotidianidad.

En mi taxi, escucho conversaciones constantemente. Conversaciones entre adultos y conversaciones entre jóvenes estudiantes. He de reconocer que los temas que manejan estos últimos son infinitamente más interesantes. O, al menos, abarcan temas de mayor calado. Los adolescentes tienen recursos para manejar un lenguaje mucho más amplio porque no tienen claros sus límites. Se debaten, por decirlo de algún modo, entre dos mundos. A menudo, la mesura y el decoro resultante de una vida lineal te llevan a suprimir sin darte cuenta un buen puñado de palabras de tu diccionario mental.

El desamor adolescente, por ejemplo, sugiere más literatura que cualquier vida emocionalmente estable. Hay que desenamorarse, hay que estar herido para rescatar palabras de los bajos fondos. Sin conflictos, no hay trama.

Pregúntate si tu vida daría para un libro y pregúntate quién compraría ese libro.