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13 Abr 2021
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Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

El lenguaje interior de las nubes

Mi fase preferida del amor es la segunda: cuando todo en rededor no importa nada a excepción de lo de él o lo de ella, y físicamente no puedes pensar en otra cosa. Cualquier conversación distinta a él o a ella te resulta banal, te abstrae, te importa un carajo.

Estáis en una nube blanca y esponjosa. Una nube de dos plazas. Queréis saberlo todo del objeto enamorado y apenas nada más: música de fondo, tal vez, para amenizar el vuelo. Subís en mi taxi, me indica (ella) un destino y permanecéis en silencio, observando lo mismo: mirándoos como quien se mira a un espejo. Él observa la mano de ella envuelta entre sus manos, y ella mira los ojos de él observando la mano de ella envuelta entre las manos de él. Es un bucle visual con apariencia de búnker; un amor equilibrado (vuelco mi peso en ti, mi experiencia en ti, mis ganas en ti, y tú haces lo mismo).

Por un instante imagino elevar esa precisa sensación al resto de la humanidad en su conjunto. Que el amor global sostuviera los pilares de muestra existencia en común. Que el mundo se convirtiera en una gran nube redonda: todos enamorados de todos, sin distinciones. Todos inmersos hasta el tuétano en esa segunda fase del amor.

Freno en seco. Un chaval, en patín eléctrico, se me ha echado encima. Mi instinto me pide bajar la ventanilla y gritarle sandeces, pero el amor (pienso y respiro). Pero la pareja que viaja a mi espalda en su nube, ajena a todo.

Y en esto, rompe a llover.

Hace escasos veinte minutos me pegué una paliza importante lavando el taxi. Pistola de agua a presión, jabón, cepillo, secar los cristales uno a uno. Y ahora va, y llueve. A punto estoy de cagarme en la madre que parió a la nube, pero esa nube, supongo, alberga también a dos o más enamorados. Hay amores difíciles, supongo. Y nubes negras que eclosionan y provocan relámpagos: incendios incluso. E inundaciones. Muerte, destrucción. Cosechas anegadas. Vidas rotas.

Ahora observo por el espejo a la pareja con inquina. Cabrones.