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19 Feb 2021
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Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

En defensa de la duda

En mi taxi valoro muy mucho la libertad de expresión. Nunca he censurado a nadie a pesar de la ingente cantidad de improperios que he podido escuchar en los más de doce años que llevo en esto.

Procuro siempre ofrecer mi oído a toda clase de comentarios. Cuando alguien sube en mi taxi me esfuerzo en asumir que no conozco nada de la historia que lleva a sus espaldas. Todos los pensamientos, por muy extremos que nos parezcan, vienen motivados por la experiencia íntima de quien los profiere. Sé que la empatía puede resultar un ejercicio agotador. Entiendo que es más fácil enrocarte en tus ideas y criminalizar las opuestas; es más cómodo establecer bandos y líneas rojas perfectamente definidas y alimentar tus pensamientos a base de noticias afines. Pero yo, por encima de todo, me considero escritor. Y esto también implica dudar hasta de ti mismo y empatizar, en cierto modo, con el enemigo, aunque sólo sea por darle una apariencia humana al personaje y hacerlo creíble.

Las polémicas canciones de Pablo Hasel son incluso infantiloides comparándolas con algunos de los comentarios que he tenido que sufrir en mi taxi. Comentarios machistas, homófobos, genocidas incluso. Yo procuro no mostrar sorpresa en ningún caso y tiendo además a tirar del hilo del extremista en cuestión para ver hasta dónde es capaz de llegar. Todo el mundo, incluso el más radical que te puedas imaginar, tiene sus límites. Mi interés, en estos casos, gira en torno a conocer tanto sus límites como sus motivos. Procuro descubrir hasta dónde serían capaces de llegar si nada ni nadie les pusiera un freno (o si sólo son palabras que se lleva el viento). Se aprende mucho más escuchando que censurando. Para el resto, para las acciones resultantes de esas ideas, ya está el código penal. Creo.

Me asombra, además, lo claras que tienen las ideas la mayoría de la gente. No sólo en mi taxi: también en las redes y en los bares. Yo, por el contrario, cada día sé menos de nada, y esto es algo que llama bastante la atención entre aquellos usuarios de mi taxi que piden mi opinión para avivar el debate. De hecho, en muchos casos no sé qué contestar. Les digo: «Pues mire, no tengo una opinión formada a este respecto. No sabría qué decirle» y os aseguro que mi respuesta les deja noqueados. Nadie espera nunca escuchar esa respuesta.

No hay que tener miedo a la duda, quiero decir. La duda es buena. O no. No sé.