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22 Ene 2021
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Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

Somos xenniales

Pues resulta que los nacidos entre finales de los setenta y mediados de los ochenta pertenecemos a una generación intermedia llamada «xennial», posterior a la «generación x» y anterior a la «millenial» actual.

De hecho, el término mezcla el nombre de ambas generaciones (a partir de la «x» y el «millenial» extrajeron xennial) y tiene sentido: somos los que crecimos en un mundo analógico, pero después mamamos de la brecha digital. Sabemos manejar las redes sociales y el internet de las cosas de un modo más o menos natural porque fuimos pioneros en eso de acceder sin traumas a Twitter, Facebook y demás lares. De modo que tenemos la cabeza dividida y echa un lío. Echamos en falta el romanticismo de aquellas cintas TDK con canciones grabadas directas de la radio, o las consultas en los 24 tomos de la Enciclopedia Espasa, pero no podemos evitar reconocer y aprovechar las ventajas del fácil acceso a todo tipo de información. Usamos Tinder para ligar y los filtros de Instagram para quitarnos años de encima. Somos modernos en el sentido más clásico de la palabra. Y consideramos a los millenial bebés mimados entre algodones incapaces de valerse por sí mismos, es decir, idiotas.

Huelga decir que el hecho exacto de pertenecer a una generación no sirve de nada en absoluto. No hay puntos canjeables, ni clubs secretos. Todavía no hemos comenzado a decir frases del tipo «en mis tiempos…», pero no tardaremos mucho. Aunque yo en mi taxi, lo reconozco, miro con ojos distintos a todos esos usuarios «de mi quinta», y con algo más de asombro a los «millenial», buscando tal vez empaparme de un lenguaje cargado de anglicismos. Me siguen pareciendo idiotas, pero yo también lo era a sus años. Más, incluso, que ellos. Aunque, afortunadamente, no había redes sociales donde pudiéramos dejar constancia. Éramos idiotas analógicos o, como mucho, idiotas de Spectrum 48K, afortunadamente. Tampoco hemos mejorado mucho, eso es cierto, pero al menos aprendimos a disimular el drama de vivir entre dos mundos, apátridas perdidos, y tirar p´alante.