PATROCINADORES
INSTITUCIONES
Junta castilla
jcm

Archiletras

04 Dic 2020
Compartir

Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

Fake dios

Resulta tentador jugar al fake dios de las letras: que el azar me plante bocetos de personajes literarios en el asiento trasero de mi taxi para después desgranarlos y moldearlos a mi antojo.

Morena de ojos verdes y mascarilla inquietante. Podría tener algo con ella y, de hecho, lo tengo (entre las páginas 23 a 25 de un proyecto de novela que tal vez acabe irreversiblemente en la papelera de mi Mac). Lo curioso es que ella está asombrosa en la ficción y acaba sobrepasando mis expectativas, pero al final soy yo quien se comporta como un auténtico imbécil. Lo malo de las fantasías, cuando vuelan sin ataduras, es que no siempre acabas bien parado y ese héroe que pretendes ser tú se torna de repente en todo lo contrario (supongo que haber leído hace muchos años La conjura de los necios me dejó tocado). Esto demuestra que no escribo para cumplir mis fantasías cualesquiera que estas sean, si siquiera para convertir mi mundo en un lugar más agradable. Supongo que escribo porque no puedo evitarlo. Y que hay voces dentro más poderosas que yo.

Mi mayor temor es ser leído por un psicoanalista capaz de extraer conclusiones leyéndome entre líneas, y que me envíe sus conclusiones. No sabría bien qué podría hacer para evitar que esto suceda; tal vez no publicar nunca, pero tengo que comer. Por alguna extraña razón hay gente que sigue pagando por leer mis mierdas, y reconozco que no sé hacer apenas nada aparte de escribir y conducir un taxi (y esto último nunca se me dio del todo bien: soy bastante despistado y tiendo con frecuencia a desorientarme o a olvidar el destino a mitad del trayecto). Ah, y hace muchos años estudié para titularme en técnico de sonido y ejercí una temporada en radio y conciertos, pero aquellos eran tiempos analógicos: mis conocimientos ya están obsoletos. Hoy apenas me sirven para captar los decibelios y balancear y ecualizar las voces de dentro que después escribo al dictado. Elimino los ruidos ambiente de mi cabeza, digamos. Menuda proeza.