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06 Mar 2020
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Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

Hablar con mascarilla

En la última semana ha viajado en mi taxi un creciente número de usuarios ataviados con mascarillas por culpa de la que, sin duda, es la palabra del año: Coronavirus.

Y no he podido más que aprovechar la coyuntura para tirarles de la lengua (figurada; no es visible) y estudiar cómo se comporta un individuo cuando éste oculta su fábrica del habla, o en qué medida afecta a los temas de conversación.

(Conviene puntualizar que frecuento el aeropuerto porque es la única parada con tiempos de espera lo suficientemente largos para dedicarlos, en mi caso, a la escritura, y que la gran mayoría de los enmascarados llegaron en avión de otros países; apenas suelen verse, por ahora, en las calles).

A pesar de las recomendaciones de usar sólo mascarilla si se presentan síntomas, el miedo es libre. En cualquier caso, evito preguntarle al usuario si viaja también con nosotros el virus. Simplemente actúo con normalidad y le hablo del tiempo y del tráfico como si nada, obviando el impacto visual de su boca y su nariz tapadas por un artilugio azul con gomas (el color siempre es el mismo, o blanco a lo sumo; desconozco el motivo). Y el usuario responde también con normalidad, aunque sujetándose la mascarilla y hablando más despacio, vo-ca-li-zan-do. No puede evitar ser consciente de la rareza del contexto, e incluso exagera la expresión del sus ojos y sus cejas tal vez para contrarrestar su falta de expresividad bucal (del mismo modo que un invidente, o un sordomudo, potencia el resto de sus sentidos). Pero tal expresividad en la mirada genera efectos contradictorios en su interlocutor (en este caso, yo). Pareciera que miran suplicando socorro, como amenazados por las circunstancias. Algo así como «Procuro actuar normal; pero vamos a morir todos».

No es así por teléfono. Aunque eviten tratar el tema conmigo, cuando hablan por teléfono se explayan a gusto («Sí, la situación es preocupante. De donde vengo, me tomaron la temperatura; pero aquí en Madrid, no». Algo curiosísimo que ya me ha pasado con dos usuarios, es que cuando hablan por teléfono se levantan la mascarilla, como si el motivo de llevarla no tuviera efecto cuando charlan con terceros a distancia aunque sigan en mi taxi, conmigo al lado. Otro, por cierto, estornudó y al hacerlo se retiró la mascarilla y se tapó con la flexura del codo.

Nota: A pesar de todo sigo bien, asintomático, mamá. Todo sea por la ciencia del lenguaje.