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28 Ene 2020
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Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

Mi crush

«Buah, tía. Estoy nerviosa en grado top. Voy a conocer a mi crush».

Las palabras no son mías, dios me libre. Pertenecen a una chica que viajó ayer en mi taxi pegada al teléfono (hablaba muy alto, muy agudo y muy rápido, adjuntando su correspondiente «tía» al final de cada frase, tía). Escuchándola no pude evitar conducir apretando fuerte el volante. Y los dientes. Decir «Nerviosa en grado top» insertando anglicismos con calzador en lugar de optar por un simple «Muy nerviosa» mostraba un compromiso casi sectario por la modernidad. Por lo visto, incluir palabras en inglés hoy se considera moderno (aunque lo lleva siendo muchas décadas, desde los tiempos del cine en blanco y negro de «Bienvenido, Mister Marshall»). La diferencia es que ahora, por lo visto, parece de obligado cumplimiento salpicarlo todo de anglicismos. (Sospecho que la culpa no es sólo de internet sino también de la enseñanza bilingüe, mezclando el inglés en asignaturas troncales en lugar de impartirlo de forma autónoma. Abro debate).

Pero lo realmente chirriante fue ese «crush». No es, ni de lejos, la primera vez que lo escucho. «Crush», en lenguaje millenial, significa «persona especial», o «enamoramiento». Lo curioso del término es que ha sido adaptado de esta guisa a pesar de su significado literal: aplastar, triturar, machacar. Y me inquieta muchísimo esto. Por otra parte, cada vez que escucho «crush» me viene a la mente esa magnífica novela de Javiér Marías, Los Enamoramientos, que adaptada a la generación millenial sería algo así como «Los crushes». Temo el día en que a Marías le llegue este dato. Podría darle un ictus.

Con dolor de mandíbula y manos llegamos su destino (un gastrobar del centro), y quise unirme a su onda en deferencia a ella:

—¿Qué te debo? —me preguntó la chica.

—7,30. ¿PayPal, Amex, Visa, contactless, app o cash?

En esto la chica me miró raro y, sin mediar palabra, acercó su móvil al datáfono, posando la huella del pulgar en su pantalla para validar el pago. Lo hizo como quien maneja un mando a distancia. De hecho, al plantar el pulgar pareció que, en lugar de pagar, intentara apagarme, o cambiarme de canal. Del Canal Historia a Netflix.