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29 Mar 2019
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Un toque de atención sobre desviaciones normativas, cambios lingüísticos, expresiones de moda y nuestra capacidad de acogida de palabras procedentes de otras lenguas.

Mª Ángeles Sastre

Profesora de Lengua Española en la Universidad de Valladolid. Me llama la atención cómo habla la gente, cómo escribe, cómo dice sin decir, cómo maquilla lo que dice, cómo transgrede con el lenguaje, cómo nos dejamos engañar por los políticos. Leo la letra pequeña en la publicidad y los periódicos de pe a pa. Y encuentro de todo.

Por fin, «a las cansadas»

El 9 de noviembre de 2018 fue noticia en algunos periódicos españoles la renuncia del profesor de periodismo uruguayo Leonardo Haberkorn a su puesto de trabajo «a través de una conmovedora carta dirigida a sus alumnos» titulada Me cansé… me rindo.

Recibí un montón de guasaps a propósito de esta noticia: unos con el enlace al periódico donde esta había aparecido y otros (más sospechosos, la verdad) con una foto del extracto de la carta de renuncia. Cuando leí el fragmento de la carta, me escamé porque ya la había leído hacía bastante tiempo y me sorprendió que se presentara como primicia algo que había ocurrido casi tres años antes. Después se supo que se había publicado fuera de contexto y sin el consentimiento de su autor.

Leo con regularidad El informante, el blog de Leonardo Haberkorn, y lo sigo en Twitter. El 3 de diciembre de 2015 publicó la entrada titulada Con mi música y la Fallaci a otra parte, que es la que yo había leído.

Recuerdo especialmente esta entrada porque usaba la expresión temporal a las cansadas, que yo había oído a uruguayos y argentinos pero que nunca había visto escrita. A continuación reproduzco el fragmento:

Además, cada vez es más difícil explicar cómo funciona el periodismo ante gente que no lo consume ni le ve sentido a estar informado.
Esta semana en clase salió el tema Venezuela. Solo una estudiante en 20 pudo decir lo básico del conflicto. Lo muy básico. El resto no tenía ni la más mínima idea. Les pregunté si sabían qué uruguayo estaba en medio de esa tormenta. Obviamente, ninguno sabía. Les pregunté si conocían quién es Almagro. Silencio. A las cansadas, desde el fondo del salón, una única chica balbuceó: ¿no era el canciller?
Así con todo.

Me apunté que tenía que investigar esta expresión. Quería saber si lo que encontrara coincidiría con lo que yo creo que significa.

No está registrada en el Diccionario de la lengua española, de la RAE, pero sí en el Diccionario de americanismos (2010) bajo la entrada cansada. A las cansadas significa ‘con retraso o después de una larga demora’ en Honduras, Cuba, Paraguay, Uruguay y Argentina. Y ‘sin ganas o a la fuerza’ en Nicaragua, Argentina y Uruguay.

Con alguno de estos significados se documenta solo una vez en el corpus CREA (Corpus de Referencia del Español Actual), en un texto ecuatoriano; y en seis ocasiones en el corpus CORDE (Corpus Diacrónico del Español), en textos paraguayos y argentinos.

En la Gramática descriptiva de la lengua española (volumen I) leo que se usa en zonas del Río de la Plata, Puerto Rico, Perú y México y que es sinónima de a las tantas. Nunca la he oído con este significado y el ejemplo que aporta (A las cansadas, llegó la policía con el médico) bien podría serlo también de cualquiera de las dos acepciones del Diccionario de americanismos.

Y sí, los escasos ejemplos encontrados vienen a coincidir con las expresiones en el último momento, finalmente (que cubriría el primer significado) y sin ganas, sin mucho interés (que cubriría el segundo). Un ejemplo más de expresiones ultramarinas que nos suenan a chino a los hablantes del lado oriental del Atlántico. ¡Ah!: el salón es nuestra aula, no la habitación más grande de la casa; y el canciller es el Ministro de Asuntos Exteriores.