PATROCINADORES
INSTITUCIONES
Junta castilla
jcm

Archiletras

17 May 2019
Compartir

Un toque de atención sobre desviaciones normativas, cambios lingüísticos, expresiones de moda y nuestra capacidad de acogida de palabras procedentes de otras lenguas.

Mª Ángeles Sastre

Profesora de Lengua Española en la Universidad de Valladolid. Me llama la atención cómo habla la gente, cómo escribe, cómo dice sin decir, cómo maquilla lo que dice, cómo transgrede con el lenguaje, cómo nos dejamos engañar por los políticos. Leo la letra pequeña en la publicidad y los periódicos de pe a pa. Y encuentro de todo.

El insoportable abuso de la mismitis

Percibo en los textos escritos un disparatado apogeo de el mismo y sus variantes (la misma, los mismos, las mismas), un uso en el que el pronombre actúa como anafórico, es decir, que se refiere a un elemento mencionado con anterioridad en el discurso. 

Son ejemplos de este uso: Se prohíbe la venta y suministro de bebidas alcohólicas a menores de 18 años y su consumo por los mismos; El acuerdo será firmado por el titular del órgano o el representante de la entidad que suscriba los mismos; Los agentes forestales estudiarán el tamaño real de esta nueva población con el fin de averiguar la viabilidad de la misma o La furgoneta quedó destrozada y las personas que viajaban en la misma fueron trasladadas a hospitales de la provincia.

Hace casi cincuenta años, en el Esbozo para una nueva gramática de la lengua española (1973: § 2.5.8.b), la RAE ya condenaba este uso tildándolo de «vulgar y mediocre» y ofrecía soluciones alternativas. Decía lo siguiente: «Conviene llamar la atención sobre el empleo que la prosa administrativa, periodística, publicitaria, forense y algunas veces la prosa técnica hacen hoy del anafórico el mismo, la misma, por considerarlo acaso una forma explícita y elegante. Pero no pasa de vulgar y mediocre, y cualquiera otra solución: pronombre personal, posesivo, etcétera, es preferible: Fue registrado el coche y sus ocupantes (no: los ocupantes del mismo); La fecha es ilegible, pero se lee claramente su firma debajo de ella (no: debajo de la misma); Trazado y apertura de hoyos (no: trazado de hoyos y apertura de los mismos)».

Advertencia y soluciones que parece que cayeron en saco roto en su momento porque once años después, en 1984, Fernando Lázaro Carreter dedicó un «dardo» a este «modo novísimo de hablar y de escribir» (recogido en El dardo en la palabra, 1997). Con más sarcasmo que ironía, motivado por el «admirable apogeo de el mismo, la misma, los mismos y las mismas», se preguntaba qué había ocurrido once años después del toque de atención de la RAE. La respuesta no tiene desperdicio: «Pues que el plaguicida obró como si fuera abono, y que esos cardos borriqueros, sanamente nutridos por la prohibición, invaden todos los rincones de nuestra lengua».

A día de hoy puedo afirmar que las cosas no han mejorado a pesar de los toques que contra este uso anafórico vienen dando los manuales de estilo y las publicaciones que tienen como fin el buen uso de la lengua. El Diccionario panhispánico de dudas (2005), de la RAE, desaconseja su uso: «A pesar de su extensión en el lenguaje administrativo y periodístico, es innecesario y desaconsejable el empleo de mismo como mero elemento anafórico, esto es, como elemento vacío de sentido cuya única función es recuperar otro elemento del discurso ya mencionado; en estos casos, siempre puede sustituirse mismo por otros elementos más propiamente anafóricos, como los demostrativos, los posesivos o los pronombres personales». Y la Nueva gramática de la lengua española (2010: vol I, § 16.6o) recomienda no abusar de esta construcción y sustituirla, cuando sea posible, por otros elementos anafóricos como un pronombre personal, un posesivo o un demostrativo».

Confieso que tengo una especial fijación con este uso y que me altera el abuso de esta construcción en prácticamente todo tipo de textos. ¿Es que a quien escribe –porque nadie habla así salvo que esté leyendo– se le ha olvidado que existen los pronombres personales, los posesivos y los demostrativos?

Pero el colmo del abuso de esta construcción –el insoportable abuso– es que el mismo y sus variantes pierdan el referente y el lector no sepa qué elemento del discurso, ya mencionado, ha de recuperar. Recojo una noticia que leí en la prensa sobre la participación de conventos de Valladolid y Palencia en la III Feria ‘Dulces conventos’ (así rezaba el cartel, y no ‘Dulces y conventos’, como apareció en las noticias). En dicha noticia había dos ‘perlas’. En la primera (Las distintas pastas y dulces que elaboran los conventos destacan tanto por la calidad de las materias primas como por la elaboración de las mismas sin conservantes ni productos químicos), ¿acaso el referente de las mismas es las materias primas? Y en la segunda (Al ser comunidades de clausura las religiosas no podrán estar al frente de los diferentes puestos, por lo que la venta de los mismos se llevará a cabo por voluntarios de la Cofradía de las Angustias), ¿es que se vendían puestos y no dulces? Tanto va el cántaro a la fuente…