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05 Feb 2019
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Un toque de atención sobre desviaciones normativas, cambios lingüísticos, expresiones de moda y nuestra capacidad de acogida de palabras procedentes de otras lenguas.

Mª Ángeles Sastre

Profesora de Lengua Española en la Universidad de Valladolid. Me llama la atención cómo habla la gente, cómo escribe, cómo dice sin decir, cómo maquilla lo que dice, cómo transgrede con el lenguaje, cómo nos dejamos engañar por los políticos. Leo la letra pequeña en la publicidad y los periódicos de pe a pa. Y encuentro de todo.

Este café está albando

A todos nos han servido alguna vez el café tan caliente que al tomarlo nos ha quemado la lengua.

Yo no sé cómo dirán ustedes que está el café en estos casos, pero a mí me sale decir que el café está albando.

Obviamente, me controlo y solo lo digo en contadas ocasiones porque sé que me toca dar explicaciones. Aunque a veces me cuesta reprimirme.

Sé que es una expresión desusada o anticuada (o las dos cosas), pero es la que he oído siempre y la que llevo en mi ADN lingüístico. Y me gusta tenerla activa porque, aunque no aparece en los diccionarios, le he encontrado una explicación preciosa: un líquido está albando cuando está tan caliente como el hierro candente.

Aprendí en la escuela que al someter el hierro al fuego este se pone rojo; y que si se intensifica el calor, el color cambia del rojo al amarillo, luego al blanco y finalmente al azul. Yo solo he llegado a ver el hierro blanco. Fue en la fragua de mi pueblo. Y he querido ver tonalidades blancas en algunas estufas cuando están funcionando a pleno rendimiento.

El Diccionario de la lengua española, de la RAE, registra hierro albo con el significado de ‘hierro candente’; y también el adjetivo albar con el significado de ‘blanco’. Ni rastro de un posible verbo albar de donde saliera la forma de gerundio albando. Sí lo he encontrado en el Diccionario general de la lengua asturiana, con el significado de ‘hervir o quemar un líquido’.

Registran la forma albando, como entrada, siete diccionarios, ninguno de la RAE, publicados entre 1822 y 1918, siempre con el significado de ‘candente’ y referido al hierro.

En Luces de Bohemia (1920-1924), Valle-Inclán habla de que el infierno es «un calderón de aceite albando». En un libro de cocina, El repostero famoso, amigo de los golosos, de 1822, se lee: «se guarnecen con azúcar, y la paleta albando» y «pasándolas por cima después una paleta albando». En estudios dialectales sobre hablas leonesas he encontrado ejemplos como Está albando la sopa o Come las cosas albando.

Por lo tanto, de un líquido que está muy caliente, cerca del punto de ebullición, vale decir, metafóricamente, que está hirviendo, que está ardiendo o que está abrasando, pero también que está albando, que era lo que decía mi abuela y lo que yo he utilizado y mantengo como parte de mi léxico activo.