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27 Abr 2020
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Detrás de cada palabra hay un rastro lingüístico que puede delatarte

Sheila Queralt

Perito en lingüística forense. Con mis análisis científicos de la lengua contribuyo a cazar delincuentes.

Solo el asesino conoce todos los detalles… ¿no?

Por mucho que cueste creerlo, muchas personas confiesan ser culpables de un crimen aunque no lo sean.

Y es que, aunque la teoría dicta que «uno es inocente hasta que se demuestre lo contrario», si no eres el autor del delito, en muchas ocasiones, ya puedes buscarte buenos asesores y tener un buen bolsillo si no quieres acabar condenado. Hasta el extremo de que, en algunos casos, sale más rentable aceptar la autoría de un delito menor y evitar el juicio, la posible condena o incluso la cárcel que intentar demostrar que se es inocente. Obviamente, sin embargo, esta decisión siempre queda en manos del acusado y hay quien jamás reconocerá haber hecho algo que no ha hecho. 

Pero pongámonos en el caso de alguien que, siendo inocente, confiesa un crimen. Te preguntarás: ¿cómo puede alguien crear una confesión de algo que no ha hecho que sea creíble? ¿Cómo puede tener los detalles necesarios si no ha presenciado los hechos? ¿Gracias a los medios de comunicación? Sí, puede ser, pero no todo sale en los medios, como te puedes imaginar. Pues te contaré que, entre los recursos que puede utilizar, se encuentran las leading questions o, lo que es lo mismo, las preguntas inductivas. Estas preguntas suelen ser tendenciosas, incidir en cuestiones concretas e incluso se puede decir que sugieren la respuesta que espera oír quien las formula. Te pongo un ejemplo. Imagínate que a la víctima se la mató con una pistola. Es probable que la prensa revelara ese tipo de información en un formato similar a «Fulanito fue asesinado de un disparo» o «El asesino de Fulanito utilizó una pistola», pero los medios difícilmente suelen detallar el arma antes de que se haya resuelto un asesinato. Entonces, ¿cómo puede alguien inocente pero acusado del crimen incluir en su declaración que lo ha hecho con una Browning de 9 milímetros? 

Bien, pongámonos ahora en la piel del agente que, después de un largo interrogatorio y cuando ya no ve más salidas para llegar a la verdad, puede formular una de estas preguntas maliciosas: «Dime, ¿asesinaste a la víctima con una Browning de 9 milímetros?» o «¿Pero de dónde obtuviste una Browning de 9 milímetros?» Y, entonces, solo con una respuesta de sí o no, resulta que el acusado ya ha revelado un detalle que solo el asesino podría conocer. «¡Ajá! ¡Te has delatado!».

¿Cómo se podría evitar que alguien revelara un detalle que solo sabe el asesino? Pues, muchas veces, no diciéndoselo o, lo que es lo mismo, asegurando que quien interrogue al acusado le haga siempre preguntas abiertas: «¿Qué tipo de arma utilizaste?», «¿Dónde la compraste?», «¿Recuerdas cómo era?», «¿Podrías describirla?».