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04 May 2020
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Detrás de cada palabra hay un rastro lingüístico que puede delatarte

Sheila Queralt

Perito en lingüística forense. Con mis análisis científicos de la lengua contribuyo a cazar delincuentes.

La lengua del pensamiento suicida

Las vivencias y los sentimientos de un individuo influyen en su forma de hablar y escribir.

Seguro que más de una vez, cuando no te acababas la comida del plato en casa de tus abuelos, oíste alguna expresión del tipo «en los tiempos de la posguerra…». Esta es una expresión que difícilmente diríamos ninguno de los que, afortunadamente, no la hemos sufrido. (Quizá, en un futuro, hablaremos en términos de «en los tiempos de la pandemia…»).

El estado anímico también se puede ver reflejado en el lenguaje, y no quiero que lo entiendas como que hago una lectura psicológica o incluso tarotista de las muestras. Más bien lo que hace un lingüista forense es observar y describir si aparecen cambios lingüísticos notables en el comportamiento verbal general de un hablante que coincidan con los que, según la bibliografía especializada, se relacionan con el estado de un paciente suicida patológico. Este tipo de encargos me llegan por requerimiento de un particular preocupado por un conocido, de agentes de policía que desean conocer más datos de un sujeto de interés o de profesionales clínicos interesados en que contribuya desde una perspectiva lingüística a la determinación de la probabilidad de que un paciente se encuentre en un estado mental que pueda llevarle al suicidio. En todos estos casos, las muestras escritas u orales del lenguaje que emplea el individuo en cuestión pueden darnos información sobre su estado anímico y mental.

Cuando analizo muestras de alguien que está considerando seriamente el suicidio, suelo ver que las descripciones, tanto de los objetos como de acciones o estados, tienden a ser más concretas que abstractas. Según los psicólogos, las personas que tienen pensamientos suicidas sienten la necesidad de construir su mundo en términos concretos y en acciones estáticas para evaluar la realidad.

Además, esas descripciones van variando con su estado mental y son más negativas en las etapas más graves. Entonces, el lenguaje tiene una mayor carga negativa: se usan más verbos de negación, más adjetivos negativos… Las referencias a personas conocidas del entorno del autor suelen ser negativas, pero, en cambio, las personas externas no conocidas suelen ser percibidas y descritas de un modo más positivo.

Otro de los parámetros en los que me fijo es el uso de los tiempos verbales. Las comunicaciones de las personas con pensamientos suicidas tienden a tener menos verbos en futuro y más verbos en condicional. Estos rasgos se corresponden con teorías psicológicas que indican que el autor tiene la necesidad de parar el tiempo y establecerse en un momento concreto y que cada vez procesa menos eventos futuros.

Además de estos encargos, a los lingüistas forenses también se nos requiere para determinar si una carta encontrada en un caso en que el fallecido aparentemente se ha suicidado es real o simulada… pero eso te lo explicaré otro día.